Uno de los temas preferidos por la derechona es el de Venezuela. Alineada desde el primer momento con su correspondiente en el país latinoamericano, la ha apoyado incluso en los distintos episodios golpistas contra los gobiernos bolivarianos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Aquí, en España, forma parte del guión del que hace uso permanentemente contra Unidas Podemos.
El caso se hace más complejo por la posición tomada por el PSOE, bien desde algunos de sus dirigentes o bien desde sus gobiernos. Sabido es el papel que está jugando Felipe González en todo ello, alineado con lo sectores más reaccionarios de Venezuela y, por supuesto, de EEUU. Y más recientemente ha sido el gobierno en funciones de Pedro Sánchez el que lideró en Europa el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente encargado. En ello jugó un papel importante quien entonces ejercía de ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, ese raro personaje, felipista de hecho, que apoyó a Sánchez tras la defenestración que sufrió como secretario general en 2016.
El único miembro relevante del PSOE que ha mantenido una postura diferente en este tema ha sido, y sigue siéndolo, José Luis Rodríguez Zapatero. Durante su mandato al frente del gobierno evitó escorarse en demasía hacia las posiciones antichaviztas, pese a que le tocó vivir -y justificar- la bravuconada del hoy emérito con su "¡Que te calles!". Sin embargo, desde una posición más cómoda como exjefe de gobierno, Zapatero ha optado por buscar vías de diálogo en la resolución de los problemas de Venezuela. Eso ha implicado que relativice la responsabilidad de los gobiernos bolivarianos, que no se alinee del todo con los grupos de la oposición, que rechace la injerencia de EEUU y que critique la postura dominante que la UE está manteniendo en favor de la oposición.
Guaidó es un títere al servicio de EEUU. Autoproclamado presidente de Venezuela, ya ni siquiera es reconocido como tal por buena parte de los grupos de oposición que lo auparon. Hace unas semanas se escenificó esa ruptura, salto de valla incluido, con acusaciones graves de usurpación de funciones y de corrupción, después de haberse apropiado de las ayudas financieras más que generosas que EEUU no para de enviar.
El problema que se ha suscitado en España estos días ha devenido de la actitud mostrada por el PSOE. La visita de Guaidó, además de pretender buscar el oxígeno necesario para una causa personal en declive, ha sido aprovechada por la derechona española. Ha tenido claro el poner de relieve una de las contradicciones del PSOE y también del nuevo gobierno de coalición, donde las posturas sobre Venezuela son más que discrepantes. Pese a que Sánchez ha evitado recibirlo, sí lo ha hecho la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, y el secretario de Relaciones Exteriores del partido, Héctor Gómez.
Además, la cosa se ha complicado tras el aterrizaje técnico en nuestro suelo de la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, cuando iba camino de una cumbre internacional en Asia. La entrevista que mantuvo con José Ábalos, ministro de Fomento y secretario de Organización del PSOE, ha propiciado un rifirrafe de tal envergadura, que la oposición ha pedido su destitución.
No voy a entrar en los detalles de lo ocurrido, en el juego de declaraciones del ministro -contradictorias, hay que decirlo- y tampoco en lo dicho por la derechona. Prefiero quedarme con un hecho: el asunto de Venezuela debe resolverlo el actual gobierno. Y no pasa por mantener la postura que, sobre todo el año pasado, tomó el gobierno en funciones del PSOE cuando apoyó a Guaidó. El referente en este caso deber ser Zapatero, que está manteniendo una posición mucho más coherente y atrevida. Ya lo dijo el otro día sobre la postura del propio Felipe González: "moderada no es".
Pues eso.