La reliquia de Garajonay, corazón de La Gomera
Cuenta
la leyenda que el nombre del bosque situado en el corazón de la isla de La
Gomera proviene de dos jóvenes amantes guanches: Gara, princesa de Agulo, y Jonay,
príncipe de Adeje en la vecina isla de Tenerife. Deseosa de conocer el futuro
que le esperaba, la turbidez que se apoderó del agua que manaba de los chorros de la Epina
la marcó indefectiblemente en su suerte. Y como ocurre en tantas otras leyendas
de amores imposibles dictados por unos códigos sociales rígidos, prefirieron acabar
con sus vidas: fundieron sus corazones con una vara fina mientras se
abrazaban para siempre. Garajonay es un lugar idílico. Quizás la mejor muestra
de la riqueza vegetal que se esconde en la región macaronésica. Ese conjunto de
islas salpicadas en el océano Atlántico, emergidas desde sus
profundidades por las erupciones volcánicas que se fueron sucediendo desde hace
25 millones de años. Un lugar donde reina el bosque de la laurisilva, ahíto de laureles
o hayas, brezos, salvias o helechos, y musgos o líquenes. Una reliquia de lo que estuvo más extendido por la superficie de la Tierra. Un lugar que hay que preservar.