La revista El viejo topo nos ofrece en este mes de septiembre (n. 368) un artículo -quizás el último- de Samir Amin que tiene sumo interés: "Globalización financiera. ¿Debe China implicarse?". Parte de los resultados que está teniendo en el país asiático el programa de reformas "en el espíritu de un socialismo con características chinas", cuyo éxito es debido al "control nacional de su sistema financiero y a su rechazo de la globalización financiera".
A lo largo del escrito va desentrañando distintos aspectos de la realidad económica actual, empezando por los engaños que desde el mundo académico dominante se lanzan acerca de las ventajas del sistema financiero dominante. ¿Y cuáles son dichos engaños? En primer lugar, el de los tipos de cambio fluctuantes, que, lejos de haber estabilizado el crecimiento económico, han hecho todo lo contrario: el dólar se ha sometido a grandes fluctuaciones y las devaluaciones habidas en los países del Su han intensificado su expolio. Por el contrario, y a modo de ejemplo, China sigue conociendo un crecimiento del PIB (18% global y 16% en dólares en 2015) que contrasta con el de India (8% y 2%, respectivamente).
El segundo engaño es el de los tipos flexibles como reductores de los costes de las transacciones y favorecedores de las exportaciones. Cuando esto ocurre, se debe a la naturaleza y el volumen de las exportaciones. En el caso de China, Samin aconseja que el aumento de la producción se reoriente al mercado interior, como una forma de mejorar el bienestar y corregir los desequilibrios regionales.
El tercero sería que los tipos flexibles amplían el margen de opciones de las políticas económicas interiores, cuando en realidad lo que hacen es limitarlas. Y un ejemplo claro es el de la propia Unión Europea, donde sus miembros actúan maniatados a la hora de desarrollar políticas económicas autónomas.
Para Samin la clave se encuentra en la realidad dominante de nuestros días: la globalización financiera, como instrumento político de la Tríada formada por EEUU, en primer lugar, y sus aliados subordinados en Europa y Japón. El proyecto estadounidense de dominación, que tuvo durante la Guerra Fría el contrapeso de la URSS, se encuentra en el origen de sus intervenciones militares en el mundo, cada vez más violentas.
China ha emergido como una realidad que está siendo utilizada por EEUU, con la colaboración de sus aliados, para convertirla en una especie de chivo expiatorio de sus errores y debilidades. Se le critica que haga para sí lo que EEUU hace también para el resto de países. En materia de política monetaria el país asiático está empleando unos instrumentos similares a los de EEUU: es el Banco Central (que en China está en manos del estado) el que decide los tipos de interés y la compra de bonos del tesoro para enjugar las situaciones deficitarias.
Los problemas de EEUU se derivan de sus errores en relación al papel que juegan las grandes corporaciones, su política educativa o sanitaria, etc. En el caso de la UE, craso error es el papel que juega su Banco Central, con decisiones dejadas al albur del mercado e impidiendo que los estados miembros puedan actuar con autonomía. Y en el del Reino Unido y Japón, sus problemas derivan de su entreguismo al juego llevado a cabo por EEUU.
Samin niega que el sistema de financiarización pueda ser reformado. Refuta a quienes, como Stiglitz y su entorno, defienden la vuelta al sistema anterior a la crisis de 2008, con el dólar como divisa dominante, aunque no en exclusiva. También lo hace a quienes proponen una nueva unidad monetaria internacional, obtenida desde las principales monedas de nuestros días (dólar, euro, libra esterlina, yen, yuan...), y nuevas reglas monetarias. Las dos propuestas, además, han tenido pocos apoyos. Una tercera vía, alternativa, podría haber sido la construcción de acuerdos regionales entre los países del Sur, independientes de las reglas imperantes en el sistema global. Es lo que se ha intentado a través del Grupo de Shangai, la Asociación de países del Sureste Asiático, el Proyecto del Grupo de la Seda e incluso la Alianza Bolivariana en América Latina, que para Samin, sin embargo, han fracasado por distintas razones.
¿Qué defiende pues? Es tajante en considerar que China no debe desviarse del camino de reformas iniciado en 1978, manteniendo su independencia frente al sistema de financiarización. Una prueba de su fortaleza, además del crecimiento económico, ha sido que no haya sufrido la crisis financiera de 2008. Debe seguir manteniendo su sistema bancario, de naturaleza estatal y orientado al fomento de iniciativas y empresas en su propio país. En todo caso debe mantenerse alerta ante las amenazas de todo tipo provenientes de EEUU. Y máxime cuando el actual presidente está haciendo de la guerra económica contra ese país una de sus prioridades.
El artículo de Samin concluye de esta manera: "Quedarse al margen de la globalización financiera es un arma importante en manos de China; y en consecuencia no debería dejarla en manos de unas potencias que no son necesariamente amistosas respecto al proyecto de un socialismo con características chinas".