El otro día el actor Willy Toledo fue detenido por orden de un juez y tuvo que pasar por ello una noche en el calabozo. Luego quedó en libertad provisional. El delito, el de ofensa a los sentimientos religiosos, después de haberse acordado escatológicamente de varios personajes de la religión católica. A eso, en otro tiempo, se le llamaba blasfemia. La legislación española le cambió el nombre.
Hoy un juez belga ha denegado la extradición del rapero Valtónyc, condenado en su día a tres años y medio de cárcel por unos tuits que fueron considerados por la Audiencia Nacional como un triple delito: enaltecimiento del terrorismo, injurias a la corona y amenazas. La resolución ha sido clara, denegándose que, siguiendo la legislación belga, no concurren tales delitos.
Dos casos más de los tantos que llevamos sufriendo contrarios a la libertad de expresión. El segundo, con una nueva llamada de atención desde la justicia de otros países europeos.