Éfeso fue una de las ciudades jónicas de la Hélade situadas en la costa occidental de la península de Anatolia y actualmente parte de Turquía. Por su situación geográfica vivió hasta mediados del siglo -III distintos avatares, alternando su pertenencia entre el imperio Persa y el mundo griego, y dentro de éste, a finales del siglo -V, entre las influencias ateniense y espartana. Cobró importancia y estabilidad con Alejando el Magno y ya con la dominación romana, a partir de la segunda mitad del siglo -II, se convirtió en la ciudad más importante de Asia Menor. Pese a que todo ello confirió a la ciudad un carácter sincrético en lo artístico y cultural, los restos arqueológicos que hoy conocemos son en su mayoría romanos. Como lo es también su trazado urbano, ordenado desde el eje que conforman el decumanus maximus, de este a oeste, y el cardus maximus, de norte a sur. Y entre tantos vestigios del pasado que fui contemplando a lo largo de mi visita, me quedo con dos. Uno, el relieve de Niké, la diosa de la Victoria, que aparece portando su corona de laurel en la mano de izquierda y una rama de palmera en la derecha. Se cree que está relacionada con la batalla naval de Salamina, acaecida en el año -480 en la isla homónina cercana por el oeste a Ática y en la que las polis griegas frenaron uno más de los avances persas. El otro vestigio es la Biblioteca de Celso, construida a principios del siglo II durante el mandato del emperador Trajano. Se dice que albergó, por su número de volúmenes, la tercera biblioteca de su época, después de las de Alejandría y Pérgamo. El porte vertical de su fachada, que nos recuerda a los escenarios monumentales de los teatros romanos, resulta majestuoso, resaltado desde la perspectiva descendente que marca el decumanus maximus.
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miércoles, 26 de octubre de 2022
El sincretismo greco-romano de la ciudad de Éfeso
Éfeso fue una de las ciudades jónicas de la Hélade situadas en la costa occidental de la península de Anatolia y actualmente parte de Turquía. Por su situación geográfica vivió hasta mediados del siglo -III distintos avatares, alternando su pertenencia entre el imperio Persa y el mundo griego, y dentro de éste, a finales del siglo -V, entre las influencias ateniense y espartana. Cobró importancia y estabilidad con Alejando el Magno y ya con la dominación romana, a partir de la segunda mitad del siglo -II, se convirtió en la ciudad más importante de Asia Menor. Pese a que todo ello confirió a la ciudad un carácter sincrético en lo artístico y cultural, los restos arqueológicos que hoy conocemos son en su mayoría romanos. Como lo es también su trazado urbano, ordenado desde el eje que conforman el decumanus maximus, de este a oeste, y el cardus maximus, de norte a sur. Y entre tantos vestigios del pasado que fui contemplando a lo largo de mi visita, me quedo con dos. Uno, el relieve de Niké, la diosa de la Victoria, que aparece portando su corona de laurel en la mano de izquierda y una rama de palmera en la derecha. Se cree que está relacionada con la batalla naval de Salamina, acaecida en el año -480 en la isla homónina cercana por el oeste a Ática y en la que las polis griegas frenaron uno más de los avances persas. El otro vestigio es la Biblioteca de Celso, construida a principios del siglo II durante el mandato del emperador Trajano. Se dice que albergó, por su número de volúmenes, la tercera biblioteca de su época, después de las de Alejandría y Pérgamo. El porte vertical de su fachada, que nos recuerda a los escenarios monumentales de los teatros romanos, resulta majestuoso, resaltado desde la perspectiva descendente que marca el decumanus maximus.