La representación de las imágenes religiosas del mundo cristiano a lo largo de las distintas etapas es una permanente trasposición de los modelos clásicos que le precedieron. En la visita al Museo Arqueológico de Atenas me topé con una estela funeraria de la primera mitad del siglo -IV dedicada a Polyxene, una joven madre ateniense que, sentada en un taburete, se inclina a modo de despedida para abrazar a su hijo, mientras otra mujer -quizás su madre- es testigo de lo que está ocurriendo. Ya dentro del arte cristiano, sobre todo a partir del periodo del gótico, un tema recurrente es el que se ha dedicado a la Virgen María, su madre santa Ana y el niño Jesús. Son bastantes las obras y los artistas que lo han hecho, destacando el famoso cuadro homónimo de Leonardo da Vinci que se encuentra en el Museo del Louvre. Si la composición de las obras y sus personajes resultan similares, no ocurre lo mismo con el contenido. En la obra griega estamos ante una escena cargada de tristeza, que, sin estar exenta de dulzura, contrasta con la felicidad que emana de los personajes bíblicos antes aludidos.