Las elecciones celebradas en Brasil el pasado 2 de octubre fueron, a la vez, presidenciales, legislativas y para las gobernaciones de los estados. Si bien se ha puesto el foco sobre las primeras, no debemos perder de vista las otras dos. Pero vayamos por partes.
Lula da Silva, candidato del Partido de los Trabajadores (PT), obtuvo el 48'4% de los votos, insuficientes -por poco- para poder acceder a la presidencia del país, a la espera de la segunda vuelta, prevista para el 30 de octubre. Han sido unos resultados que han estado dentro de la tendencia al alza que marcaban las encuestas. Jair Bolsonaro, actual presidente y candidato del Partido Liberal (PL), consiguió el 43'2% de los votos. En su caso superó en varios puntos las previsiones de las encuestas.
Por territorios, Lula ganó en 15 estados, situados en el norte y el noroeste, destacando Piauí (74'3%), (Bahía (69'7%), Maranhao (68'8%), Ceará (65'9%), Pernambuco (65'3) o Minas Gerais (48'3%). Se corresponden con los menos poblados y los de menor renta. También ganó el candidato del PT el voto del exterior (47'1%). Bolsonaro, por su parte, lo hizo en los estados del sur y sureste, con máximos en Rondonia (64'4%), Santa Catarina (62'2%) y Acre (62'5%), y en Roraima (69'6%), el más septentrional del país. Y con un margen menor, en Espirito Santo (52'3%), Distrito Federal/Brasilia (51'7%), Río de Janeiro (51'1%), Río Grande do Sul (48'9%) o Sao Paulo (47'7%).
En cuanto a las 15 principales ciudades, Lula fue el más votado en Salvador (Bahía, 67%), Sao Luis (Maranhao, 57%), Recife (Pernambuco, 54%), Fortaleza (Ceará, 53%), Porto Alegre (Río Grande do Sul, 50%), Sao Paulo (48%) y Belem (Pará, 46%). Y Bolsonaro, en Goiania (Goiás, 56%), Curitiba (Paraná, 55%), Manaus (Amazonas, 54%), Brasilia (52%), Campinas (Sao Paulo, 49%), Río de Janeiro (47%), Belo Horizonte (Minas Gerais, 47%) y Guarulhos (Sao Paulo, 45%).
Distinto ha sido el caso de las elecciones legislativas, donde la renovación de las cámaras han puesto de manifiesto que van a seguir estando controladas por los grupos de la derecha, aun cuando no todos ellos estén en sintonía con el PL y la gestión llevada a cabo por Bolsonaro. No debemos olvidar que una parte del voto a Lula ha provenido de sectores políticos centristas y de la derecha moderada.
La distribución de escaños en el Congreso ha quedado así: 255 escaños, de la derecha, 99 de los cuales pertenecen al PL; 55, de los grupos centristas (MDB y PSDB); y 170, de la izquierda, 68 de los cuales lo son del PT. Y la del Senado: 47, de la derecha, con 14 de ellos del PL; 13, del centro; y 21, de la izquierda, siendo 9 del PT.
Y en cuanto a las gobernaciones de los estados, 14 han sido elegidas de una forma directa. Tres lo han sido del PT: Río Grande do Norte, Piauí y Ceará. Otras dos han contado con su apoyo: Maranhao (PSB) y Pará (MDB). El PL de Bolsonaro se ha hecho con tres gobernaciones: Río de Janeiro, Brasilia y Tocantins; y ha apoyado la elección en Acre (Progresistas), Minas Gerais (Novo), Santa Catarina (PSD), Mato Grosso (Uniao), Roraima (PSL) y Amapá (Solidaridad). Y entre los estados que deben celebrar una segunda vuelta destaca el caso de Sao Paulo, donde la victoria del candidato del PL (42'3%) puede ser eclipsada por el del PT (35'7%).
Por último, volviendo a las presidenciales, Lula es, previsiblemente, el candidato mejor situado para hacerse con el triunfo el próximo 30 de octubre. Es lo que puede deducirse de los resultados obtenidos por Simone Tebet, del derechista Movimiento Democrático Brasileño (MDB), con el 4'16%; y Ciro Gomes, del Partido Democrático Laboralista, de centroizquierda, con el el 3'02%. Tanto la primera como el segundo han anunciado su apoyo a Lula. Otra cosa es lo que quieran hacer sus votantes. Como también lo que pueda salir del 21% de votantes que optaron por la abstención, en el caso de que se movilicen de cara a la segunda vuelta.
En el caso de que ganara, Lula se va a encontrar con un panorama muy difícil. De un lado, con la dura realidad de una derecha cada vez más radicalizada. Y de otro, con unas cámaras que no se lo van a poner fácil. El que estén muy fragmentadas podría ayudarle a sacar a adelante algunas medidas, pero eso conlleva la obligación de tener que negociarlas.