Meteora y los monasterios que parecen suspendidos en el cielo
El paraje de Meteora está situado en el interior de la región de Tesalia, cercano a la ciudad de Kalambaka y junto a la llanura bañada por el río Peneo que se abre por el este hacia el mar Egeo. Su visita tiene dos vertientes, a cuál más espectacular: como espacio geológico y como lugar de emplazamiento de varios monasterios. Su geología proviene de la modificación desde la Terciaria de un macizo antiguo formado por granitos, areniscas y conglomerados, como consecuencia de una intensa acción tectónica y erosiva. El resultado ha sido la formación de pequeños bloques elevados, separados entre sí, en los que se superponen estratificados sus materiales. Aprovechando las oquedades de sus paredes, estuvo poblado desde lejanas épocas prehistóricas, pero, ya en los primeros siglos de nuestra, se sabe que fue un lugar de emplazamiento de pequeñas comunidades de monjes ascetas. Huían, como ocurrió en tantos otros lugares, de lo que consideraban un mundo alejado de los principios reflejados en los Evangelios, lo que hizo que con frecuencia fueran considerados como herejes. Los monasterios que hoy conocemos, encaramados en las cimas de los bloques rocosos verticales, datan del siglo XIV, cuando el monje Atanasio Koinotivis fundó el primero de ello, al que llamó Meteora, cuyo significado no es otro que monasterio en el cielo o monasterio en el aire. Hoy es conocido con el nombre de Gran Meteoro. Su arquitectura es la típica bizantina de los primeros siglos del segundo milenio, con la iglesia de planta de cruz griega y la cúpula semiesférica sobre pechinas y tambor. Las pinturas responden también a los cánones bizantinos, pero en algunos casos se denota un menor grado de antinaturalismo.