Olimpia, ubicada en el ángulo noroccidental del Peloponeso, fue uno de los referentes religiosos y culturales de la Hélade. Sede de un culto antiguo dedicado al dios Zeus, se convirtió, al menos desde el siglo -VIII, en el lugar donde se celebraban cada cuatro años unos juegos atléticos dedicados en su honor. Fue tal el prestigio que alcanzó la ciudad, que durante su celebración en los meses de verano se respetó una tregua ante cualquier conflicto bélico que se estuviera dando entre las polis. Incluyendo las semanas que duraba la preparación y el regreso de los atletas participantes, así como el viaje de quienes quisieran asistir al espectáculo. Poco queda de lo que fue su estadio principal, entre lo que se encuentra el túnel de acceso, la línea de salida de las carreras o la exedra, que era el pequeño espacio reservado a los jueces. En la decoración del grandioso templo de Zeus se contó con la participación de Fidias, que fue el autor de una monumental estatua de 12 metros erigida en honor a Zeus en torno al año -430. Criselefantina, por el empleo de oro y marfil, nada se conserva de ella. Recientemente, empero, se ha localizado el taller donde trabajó su autor, un espacio que con el tiempo se convertiría en una basílica paleocristiana. La ciudad, a su vez, fue entrando en decadencia, ya en la época imperial romana, a partir del siglo II. El inicio de su destrucción tuvo lugar en el siglo IV, durante las invasiones bárbaras, culminando en el siglo siguiente con dos sucesivos y devastadores terremotos.