Ayer tuve la ocasión de hacer de anfitrión y presentador de la
primera novela de Antonio Jesús Roldán: El abismo de los límites (Córdoba,
Utopía, 2020). En enero ya le
dediqué una entrada en este cuaderno, queriendo dejar constancia de la
sorpresa positiva que me causó su lectura. El acto, que tuvo lugar en la Casa
de la Cultura de Barbate, contó con la presencia de una veintena de personas,
que pudieron seguir con mucho interés la información que nos trasladó el
autor.
Conozco a Antonio desde hace bastantes años: personalmente y
en lo que se deriva de su actividad pública. Pese a la distancia que hay
entre Conil, su pueblo, y Salamanca, en nuestra juventud, durante los últimos
años de la dictadura y primeros de la Transición, compartimos la lucha política
en el mismo entorno político: el de la Joven Guardia Roja y el Partido del
Trabajo de España.
Antonio siguió un camino político que se mantendría en el
futuro y que le daría excelentes frutos: en 1987 fue concejal por IU; desde
1995, ya como alcalde, ha mantenido a su grupo en el gobierno del
Ayuntamiento de Conil ininterrumpidamente; entre 2007 y 2011 compaginó
esa labor con la de diputado provincial; y finalmente, en 2012, dejó su
puesto en la alcaldía tras haber sido designado viceconsejero de Turismo y
Comercio en la Junta de Andalucía.
Siguiendo con las coincidencias, los dos nos hemos dedicado a la
misma profesión: la docencia. Antonio, como maestro, orientado a las
personas adultas, llegando a estar en los comienzos en Barbate. Por mi
parte, como profesor de secundaria, dedicado a la enseñanza entre adolescentes
y jóvenes. Y hasta nos hemos jubilado casi a la vez, porque
hasta coincidimos en el año de nacimiento.
Como destaqué en la presentación, no debemos olvidar un hecho,
relacionado con la relevancia que ha tenido como alcalde durante 17 años:
su ejemplaridad, pues estamos ante una persona de una gran altura moral
y coherencia. Para ello puse tres ejemplos: cuando en 1991 rechazó la
alcaldía, pese a haber sido elegido en el pleno sin su consentimiento; cuando
entre 1995 y 1999 compatibilizó la docencia con la alcaldía; y cuando en 2015,
después que Susana Díaz decidiera romper el pacto de gobierno entre el PSOE e
IU, decidió volver a la docencia.
A Antonio siempre le ha gustado escribir. Fruto de ello ha sido la
publicación de varios libros de contenido político. En Mandar
obedeciendo (Ayuntamiento de Conil, 2007) hizo una recopilación de los
artículos de opinión que había escrito para varios medios de comunicación.
En Conil. El esfuerzo colectivo (Atrapasueños, 2015) hizo una
valoración de su experiencia como alcalde, remarcándola dentro de una labor de
equipo. Y Algo deberá ocurrir (Atrapasueños, 2018)
reflexionó sobre el mundo en que vivimos y los retos que se plantean, para lo
que planteó propuestas desde una perspectiva transformadora.
Desde que lo conocí percibí su amor por la Literatura: siendo
dirigente provincial de IU le gustaba introducir versos tanto en sus
intervenciones internas como en los actos públicos. Me consta que es autor de
poemas, que mantiene inéditos hasta ahora, guardándolos celosamente.
Algunos, no obstante, aparecen en el libro que nos ocupa, como es el caso de
este poema:
Plácida la tarde cae en el verde mar,
el viento penetra en el alma de la arena
y la lanza al abismo.
La luz hace que el verde del agua marina
se multiplique en miles de tonalidades,
el salitre quema los ojos del niño
que juega en la orilla.
Divisiones de olas nacaradas
aterrizan en la orilla,
el soplo del aire destroza la espuma,
devolviéndola al continuo movimiento
de las ondas.
No bailan las cometas de colores,
existe sólo el silencio,
quizás el rumor del agua
al chocar con la arena
junto al silbido del viento
al golpear las piernas de los escasos paseantes.
El cálido levante es el dueño de la playa.
Y es que Antonio es un amante de la escritura y la lectura, tanto
política como literaria. En 2015 recuperó tiempo para ello y desde 2019, ya
jubilado, le ha permitido intensificarlo.
Ayer resalté que la larga introducción que dediqué a su
trayectoria política resultaba apropiada para poder entender el libro que nos
llevó a la cita. Para quienes vivimos en el litoral jandeño (Conil, Barbate,
Zahara de los Atunes… incluso Chiclana…), en su lectura se van descubriendo
cosas reconocibles.
La primera, el paisaje, por el que discurren los personajes y
con un punto simbólico, el mismo que se refleja en el título y en la
portada: el acantilado de Roche. No faltan otros, como las calles de
Conil, Caños de Meca, el cabo de Trafalgar...
Otra de las cosas reconocibles es la personalidad de su
protagonista, a quien ha puesto un apellido muy zahareño/barbateño: nada menos
que Zájara (ya se sabe, Zahara de los Atunes, apellido…). Y a la sazón, jefe de
la policía local, al que señala en la novela como inspector. Algo propio del
género policiaco: comisario, detective, inspector…
En enero ya destaqué que Zájara es el alter ego de
Antonio: por la forma de entender la vida, por su amor a los libros, por su
sensibilidad… Un personaje que ha construido también con otros aportes,
proveniente de sus raíces y el entorno, tanto familiar como de amistades.
Resulta reconocible también el contexto temporal en el que se desarrolla
la trama, con sus connotaciones políticas y económicas. En lo propiamente
coyuntural, pues la novela está situada en los prolegómenos y desarrollo
de la pandemia del covid-19; y en un contexto más amplio, correspondientes
a las tres últimas décadas vividas en nuestro país. Ya se sabe: el
neoliberalismo, la especulación financiera, la especulación urbanística…
Como escribí en enero: “Y en ello Antonio es un gran
conocedor -quizás, el que más- de las interioridades de ese microcosmos que
conforma la ciudad que no menciona en la novela, pero que sabemos que es Conil
de la Frontera”. Porque en la novela se va desvelando lo
que se cuece en esas interioridades, que, por extensión, podrían
ser las de cualquier otro municipio. Se deja al descubierto el cruce
de intereses privados y de corrupciones/corruptelas, de un lado, y los
esfuerzos y el atrevimiento de quienes las denuncian y/o las persiguen, por
otro. El inspector Zájara y sus colaboradores están entre los últimos,
defendiendo desde la ley cosas como lo público frente a lo privado, el respeto
a la naturaleza...
El último capítulo, que titula como "La nada
vacía", tiene una clara connotación hegeliana, sobre la que escribe:
"se puede ver esta noche cuando uno mira a los seres humanos a los
ojos".
Estoy seguro que las personas que asistieron el acto disfrutaron
de las palabras de Antonio. También lo estoy de que acabarán haciéndolo con la
lectura del libro, pues no en vano en un buen número lo adquirieron.
En su momento dije -y le dije también- que el libro puede ser el
arranque de otros más. Es lo que parece que apunta en las palabras finales
del libro: "Mañana será otra historia". Algo que, por lo que nos
transmitió, puede ser posible.
Al tiempo.
(Fotografías: Felisa Rico Amores).