He sido un asiduo del programa Las cosas claras, dirigido por Jesús Cintora y emitido por la primera cadena de TVE. Comenzó su andadura en el mes de noviembre pasado y hoy ha tenido lugar el último programa. Y no porque llegue la programación propiamente estival o porque los Juegos Olímpicos sean la prioridad, no. Ha sido porque el Consejo de RTVE ha tomado la decisión de no prorrogar el contrato con la empresa que lo producía. Lo ha hecho una mayoría de consejeros y consejeras con vinculación al PSOE y al PP, pues los dos que habían sido propuestos por Unidas Podemos no han apoyado la decisión.
Ha sido un programa que ha ido creciendo en audiencia con el paso de las semanas. Que ha pasado a ser del campo de la información y el análisis político el más visto en las últimas semanas dentro de su franja horaria, entre las 12'30 y las 15'00 horas. Capaz de haber desbancado a su competidor, de La Sexta, dejándolo bajo mínimos. Capaz de haber subido la audiencia de la cadena, contribuyendo a que subiera la de los informativos territoriales, entre las 14'00 y las 14'20 horas, y la del Telediario de las 15'00 horas. Unos datos que, en sí mismos, deberían ser motivo de reconocimiento.
La pregunta que podemos hacernos es por qué se ha decidido su desaparición. Y no me resulta difícil responderla: porque ha tratado asuntos que es preferible no hacerlo desde la óptica de quienes defienden a capa y espada la monarquía. El principal, la información relativa al rey emérito y sus chanchullos financieros. Eso de los negocios superpuestos, testaferros, cuentas en paraísos fiscales, evasión y/o no declaración de capitales a la hacienda pública, huida a Emiratos Árabes...
El programa ha tenido una gama variada de colaboradores y colaboradoras, así como de tertulianos y tertulianos. En el primer grupo, es cierto, han sido sobre todo críticos con el poder y, quizás por ende, progresistas, que han tratado asuntos de tribunales, consumo, impuestos, investigación periodística... En el segundo grupo cada día ha situado a dos de cada flanco del espectro político. Ha habido, en fin, pluralidad y, sobre todo, independencia.
Hace unos años, en 2015, Cintora fue destituido de un programa similar emitido por la cadena privada Cuatro. Por entonces gobernaba el PP con una mayoría absoluta aplastante en el Congreso, pero sumido en una sucesión de movilizaciones populares contra su gestión de corte neoliberal en lo económico y de restricciones de derechos, a la vez que inmerso en los escándalos de corrupción que cada día íbamos conociendo. Se dijo que las presiones pudieron con la dirección de un grupo mediático más interesado en obtener rentabilidad a base de programas basura.
Lo que ha ocurrido en esta ocasión puede sorprender. Podría considerarse que el programa ha estado escorado en favor del gobierno. Puede serlo, pero no del todo. También, que lo ha hecho más hacia las posiciones de Unidas Podemos que a las del PSOE. Puede serlo también. Pero, en todo caso, no le ha faltado distancia. Por ejemplo, en las últimas semanas ha sido muy crítico con el tratamiento dado por el gobierno al asunto de la factura de la luz. Más en lo que respecta al ministerio que gestiona el tema, en manos del PSOE, pero implícitamente también hacia sus socios, por no haber hecho más. Ayer criticó la actuación del ministerio de Consumo acerca de la monitorización de las facturas, dejando claro que no dejaba de ser un parche en medio de los abusos de las eléctricas.
En el programa se han querido dejar claras, como reza su nombre, muchas cosas. Su crítica a la corrupción de todo tipo, con el PP y su gente a la cabeza. Su posición contra el racismo, la xenofobia, la homofobia, el antifeminismo, los derechos humanos, los grupos de extrema derecha... También, la denuncia de la demagogia, especialmente la descarada, como la llevada a cabo desde el PP madrileño y su lideresa en las medidas tomadas en torno a la pandemia, en el comportamiento durante los actos electorales de meses pasados...
Sostengo que el tratamiento de los asuntos relacionados con la monarquía han sido la clave del fin del programa. El PSOE sigue atado a un pasado al que no está dispuesto a renunciar. Pese a que la institución esté podrida por dentro. Pese a que el edificio levantado durante la Transición haya sido construido desde el engaño. Pese a que los hechos canten como verdades tan grandes como los templos. Hay miedo en ese partido, que teme que el corrupto PP y el fascista Vox se apropien de una institución caduca, antidemocrática por naturaleza y, repito, corrupta hasta la médula, como ha puesto de manifiesto quien la ocupó hasta 2014.