Llevo varios días contenido con la muerte de Samuel en A Coruña. Lo que no impide que está cargado de rabia por el tratamiento que se le está dando desde determinados medios, tanto políticos como de comunicación. Se están basando en un aparente secretismo en el seno de la Policía que investiga el caso, en el que, curiosamente, se ha dejado traslucir que no se trataría de un crimen homófobo. Pese a las declaraciones contundentes de las amigas que acompañaban a Samuel. Pese a lo dicho por las primeras personas que vieron cómo empezaron a golpearlo. Y pese a lo aportado con el paso de los días por más testigos. Ayer pudimos ver las primeras imágenes grabadas por cámaras de seguridad, las cuales, siendo de mala calidad, ponen de manifiesto la alevosía con la que actuaron quienes participaron en la paliza.
Ayer pude leer que el jefe de policía que está al frente del caso, Pedro Agudo, tuvo en su día relación con Ignacio Cosidó, como jefe de su Gabinete, cuando era director general de Seguridad y con Alberto Fernández Díaz como ministro del Interior. Cosidó, de la "policía patriótica", uno de los acusados en la trama Kitchen. Los tres, miembros del Opus Dei. Ahora me pregunto si ese tratamiento "pudoroso" acerca de que lo de Samuel no sería un crimen homófobo puede tener relación con esto último. Que le llamaran "maricón" cuando fue golpeado por primera vez y que en poco tiempo recibiese una paliza descomunal por parte de una jauría de personas al grito de "¡maricón de mierda!" dice mucho del contexto en el que se produjo la agresión.
Ha sorprendido a mucha gente, además de la violencia con la que se empleó en Madrid la policía para disolver una concentración de apoyo a Samuel, la celeridad para inculpar a algunas personas, mientras que las detenciones efectuadas en A Coruña han sido posteriores y escasas. Me está sorprendiendo, por otro lado, el secretismo en el seno de la autoridad judicial que instruye el caso. ¿Qué está pasando?, me pregunto.
No estamos ante un caso aislado. Son muchos los episodios de violencia que se están sucediendo en las últimas semanas contra el conjunto del colectivo LGTBI. Han arreciado desde que su visibilización ha sido mayor y se está en proceso de un reconocimiento legal de sus derechos. Una violencia que corre pareja a la que sufren las mujeres. Violencias, ambas, que son negadas en su naturaleza o minimizadas en su dimensión por determinados grupos políticos, como hace Vox. Violencias que no dejan de ser en el fondo una reacción contra los avances que se siguen dando en materia de reconocimiento y de derechos, y que ponen en entredicho el poder del sistema heteropatriarcal. Violencias que son expresión, en fin, del fascismo heteropatriarcal.