Para
quienes se dedican a esa actividad, como también para muchas personas solidarias, existe rabia
y tristeza por lo ocurrido. Conscientes de las condiciones que tienen que
soportar, con la losa de la criminalización, las persecuciones permanentes, y la precariedad de su trabajo y
su propia vida. Se trata de personas humildes, venidas de otros países y continentes que en
la mayor parte de los casos lo ha sido como consecuencia del saqueo económico
que sufren por los países ricos, o el clima de violencia que tienen que
soportar por sus intervenciones militares directas o indirectas.
Las movilizaciones de protesta y solidaridad continúan. Es de desear que desaparezcan las situaciones de violencia, tanto las provenientes de algunos colectivos como las policiales. La muerte de Mbaye debe ser motivo de una reflexión y toma de conciencia en los distintos ámbitos sociales e instancias oficiales acerca de una realidad dura e injusta. Las medidas que haya que tomar no deben nunca tener como objetivo atacar al eslabón más débil del problema.