EL PSOE ha votado junto el PP y Ciudadanos en contra de la modificación de la ley de Amnistía de 1977. Ya lo hizo en otras ocasiones, como cuando incluso desde IU se propuso la derogación de dicha ley. Ahora, por iniciativa de varios grupos de la oposición (UP y las confluencias, ERC, PNV, EH-Bildu, Compromís), ha vuelto a oponerse a la modificación de un artículo, alegando que generaría "inseguridad jurídica". De nada ha servido la valoración que en 2015 hizo el Comité de Derechos Humanos de la ONU sobre la citada ley o las actuaciones que desde las justicia de Argentina se están haciendo en torno a los delitos de lesa humanidad.
Y es que el PSOE no deja de ser uno de los pilares de lo que en algunos ámbitos políticos se denomina régimen del 78. Y me atrevo a decir que el principal. ¿Por qué? Porque el triunfo de hecho de la reforma del régimen franquista, tras el acuerdo con los grupos de la oposición moderada, hizo de ese partido el pilar que permitía sustentar al nuevo régimen por la izquierda. Desplazado, por inútil, el PCE liderado por Santiago Carrillo, el papel del nuevo PSOE, el surgido tras el Congreso de Suresnes en 1974, se volvió imprescindible. Y tanto. Desde 1982 ató por su izquierda a buena parte de la sociedad, donde a la inocencia de quienes se dejaron engatusar por sus promesas se unió la base social que fueron aportando algunas de las medidas llevadas cabo durante sus gobiernos, cubriendo los huecos que el franquismo no había sido capaz de llenar en la construcción del estado de bienestar. El "tributo" a pagar por el nuevo PSOE ya lo conocemos: atlantismo, integración en la CE/UE, neoliberalismo en forma de social-liberalismo... y en clave española, cosas como el GAL.
Lo bien que se entendió este partido con los poderes fácticos y con la cúspide del estado, léase el monarca, fue memorable. Tanto, que al PP de Jose Mª Aznar le constó abrirse un hueco en la confianza. Sólo lo hizo tras su "buen hacer" aprovechando el rebufo del crecimiento económico internacional habido desde la segunda mitad de los noventa. Ése que nos llevó de pleno a la burbuja inmobiliaria, acompañada de un conjunto de medidas y acciones que nos introdujo en el paraíso del neoliberalismo. Continuado ese proceso por los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, cuando la burbuja saltó por los aires primero con el mismo Zapatero y luego con Rajoy devino la ruina bancaria, el rescate de sus fondos, el paro desmesurado, el generalización de la precarización laboral, la privatización de lo público, el saqueo de las arcas públicas...
Las contradicciones del PSOE, apenas visibles durante el felipismo, se dejaron sentir desde 1996. La astucia de Zapatero, guiñando a su izquierda con algunos gestos (incluida su moderada Ley de Memoria Histórica) mientras mantenía la política neoliberal, duró hasta que la crisis económica se le vino encima. Desde entonces, el partido no ha levantado cabeza. Pero sí ha sido capaz de estar en el lugar que le corresponde como pilar del régimen. Ha seguido prestando servicios de gran peso al sistema: en el relevo de la corona en 2014, en la expulsión de IU en el gobierno de Andalucía en 2014, en la investidura de Rajoy en 2016... y ahora votando en contra de la modificación de la ley de Amnistía de 1977.
(Imagen: placa situada en el Memorial del cementerio de Salamanca)