Se reproducen testimonios, en cierta medida, desgarradores, que reflejan la sensación de frustración de unas mujeres que ven cómo la institución a la que se han dedicado de por vida respira por todos sus poros una mezcla de patriarcado y misoginia. Un mundo masculino donde sólo los varones participan activamente en cualesquiera de los rituales, eventos y actos que se organizan, mientras ellas se dedican a servirlos. "Rara vez son invitadas a sentarse en las mesas que sirven", se dice. Y, por supuesto, un mundo en el que tienen prohibido el acceso al sacerdocio, con todo lo que conlleva de protagonismo en la institución, siendo relegadas a no tener ni voz ni voto.
Sospecho que las denuncias publicadas en el diario oficial del Vaticano no han sido producto del azar. Me explico: no dejan de ser fruto del nuevo ambiente que se vive en la Iglesia Católica tras el acceso al papado de Francisco. Más abierto y más dialogante, parece que busca un modelo de Iglesia que se acerque más a las preocupaciones de la gente, que rompa con la corrupción que la desangra, que permita el acceso de la mujer a espacios hasta ahora imposibles... Todo un reto.