Hace tres semanas Isabel Díaz Ayuso anunció por sorpresa la convocatoria de unas elecciones en la Comunidad de Madrid. La excusa fue la presentación en Murcia de una moción de censura a cargo de Ciudadanos y el PSOE. En ese momento la presidenta madrileña dijo que en Madrid iba a ocurrir lo mismo, algo que se negó desde Ciudadanos, tanto a través de Ignacio Aguado, vicepresidente de la Comunidad, y de la propia Inés Arrimadas.
Entre las primeras reacciones políticas, dos provinieron de los grupos de izquierda. De un lado, cada uno por separado y por ese orden, Más Madrid y el PSOE registraron sendas mociones de censura. Por otro, Pablo Iglesias anunció su salida del Gobierno para presentarse como candidato a las elecciones. Para Ayuso, como es evidente, esos dos hechos le sirvieron para reforzar su justificación de convocatoria de elecciones.
A partir de ese momento el panorama político se ha visto trastocado. Madrid se ha convertido en una especie de test de cara al futuro. La inicial preocupación de Pablo Casado y su gente de la dirección del PP por lo de Murcia, la resolvieron al poco tiempo gracias a las maniobras dirigidas por Teodoro García Egea, cuando lograron comprar a tres tránsfugas de Ciudadanos. Pero lo de Madrid les tocaba, pues Ayuso se estaba erigiendo en ese momento en el principal referente de la derecha, presentándose al frente de un modelo económico y político que se sitúa como contrapeso del Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, y con vocación de exportarlo allí donde pueda. Un modelo de neoliberalismo puro y duro, aderezado de un ventajoso dumping fiscal, de regresión en derechos políticos y civiles, y de un nacionalismo español exacerbado, teñido para la ocasión de un postureo casticista madrileño, para lo cuentan el apoyo de Vox en los dos casos.
Y en ésas estamos. El 4 de mayo competirán principalmente seis candidaturas, tres por cada bloque. Desde el PP existe la confianza de un triunfo seguro, aunque conscientes de que necesitarían el apoyo de Vox. Un optimismo que está avalado por la crisis de Ciudadanos, que conllevaría la absorción de buena parte de su electorado, y por la aparición de un voto útil que penalizaría a Vox. Su lema "Comunismo o libertad", sustituto del inicial "Socialismo o libertad", lo sintetiza con claridad.
Los grupos de izquierda, por otro lado, están optando por estrategias diferentes. El PSOE, a través de su candidato Ángel Gabilondo, apuesta por la moderación. Eso supone atraer parte del electorado de Ciudadanos, para lo que ha prometido un distanciamiento con respecto a Unidas Podemos. Más Madrid, por su parte, desechó una candidatura común con Unidas Podemos, como hizo público Mónica García al día siguiente del anuncio de Iglesias. Desde la seguridad de conservar lo obtenido hace dos años, confía en unos buenos resultados y, a la vez, está abierta a cualquier fórmula de pacto o coalición postelectoral con tal de desalojar al PP.
La estrategia de Unidas Podemos se basa en dos aspectos. Uno, hacer frente a lo que sin tapujos llaman extrema derecha e implícitamente fascismo, que es lo que representan el actual PP y por Vox. El propio Iglesias lo expresó de esta manera: "hay
que impedir que estos delincuentes, que estos criminales que reivindican la
dictadura, que hacen apología del terrorismo de Estado, que promueven la
violencia contra los migrantes, contra los homosexuales y contra las
feministas, que cuando unos militares hablan de fusilar a 26 millones de rojos
dicen que son su gente, puedan tener todo el poder en Madrid, con todo lo que
eso implica para el resto del país".
El segundo aspecto, relacionado con el aumento en las expectativas de voto, pasa, junto al trasvase de votos que pueda haber desde electorado de PSOE o Más Madrid, por hacer un gran esfuerzo a la hora de movilizar al electorado progresista. Y, ante todo, por conseguirlo en las zonas populares, tradicionalmente más abstencionistas, que son las situadas en mayor medida en los barrios del sur de la capital, y en las ciudades del este y sur del cinturón capitalino. Y para ello debe incidir en unas propuestas que pongan en valor lo social y, como consecuencia, la defensa de los derechos sociales (vivienda, educación, sanidad, lucha contra la marginación y la pobreza...).
Las encuestas han estado marcando hasta ahora varias cosas: de un lado, el triunfo del bloque de la derecha, con un PP en alza, una Vox perjudicada por el voto útil y la caída, hasta la desaparición, de Ciudadanos; y de otro, la derrota del bloque de la izquierda, en el que Unidas Podemos subiría en votos y escaños, garantizando su presencia en la Asamblea.
Pero la publicación ayer de la encuesta del CIS parece haber alterado las expectativas que se estaban anunciando y que en general se daban por seguras. Las previsiones del CIS han hecho saltar las alarmas en el PP y, a la vez, ha abierto esperanzas en los grupos de la izquierda. De esta manera, el PP seguiría concentrando el voto de la derecha (39'2%), en detrimento de un Ciudadanos sin representación parlamentaria (4'4%) y de un Vox que correría el riesgo de quedarse también fuera de la Asamblea (5'4%). Por su parte, con respecto a 2019, la bajada de dos puntos del PSOE (25'3%) y el casi mantenimiento de Más Madrid (14'8%), se compensaría con la subida de tres puntos de Unidas Podemos (8'7%).
Por bloques habría un empate técnico en votos. La derecha sumaría el 49% de los votos (1'5 puntos menos que en 2019), mientras que la izquierda alcanzaría el 48'8% (1'3 puntos más). El reparto de escaños, sin embargo, ha generado polémica. Para el CIS se repetiría el empate, asignando a cada bloque 66 escaños. Algo que ha sido criticado desde algunos círculos demoscópicos, políticos y mediáticos, pues la suma de escaños tendría que ser favorable al bloque de la izquierda (70) frente al de la derecha (64), optimizando el primero sus apoyos en detrimento del segundo.
En todo caso, esto último sería lo de menos. Lo más importante es que de confirmarse por otras encuestas que se hagan el sentido general de lo publicado ayer por el CIS, la cosa cambiaría. O, dicho como reza el título de la entrada, parece que hay partido.