El trumpismo se ha instalado en el solar patrio. Esto es, ha llegado la mentira descarada y sistematizada. Llevamos así, después que el PP perdiera el gobierno en 2018, cerca de dos años. Aun cuando ya había habido antecedentes (recordemos a Esperanza Aguirre, por ejemplo), lo ha puesto en práctica sin tapujos el actual equipo dirigente del PP, con Pablo Casado a la cabeza. Primero, durante las elecciones de 2019 y, de una forma plena, cuando tuvo lugar la investidura de Pedro Sánchez y la conformación del gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, a principios de 2020. De inmediato, con la pandemia, lo ha intensificado y desde entonces todo ha sido un continuo juego de ataques verbales y despropósitos argumentales lanzados desde todos los ámbitos: del partido, de los otros partidos de la derecha, de los medios de comunicación afines...
Sin embargo, en esa guerra, llevada a cabo sobre todo en forma de mensajes, a medida que el protagonismo de Casado y su gente ha ido perdiendo fuelle, que no ladridos, la ha ido ganando la baronesa madrileña Isabel Díaz Ayuso.
Subrayemos: Casado ha sido un fracaso. Veamos: ha perdido las dos elecciones generales en las que se ha presentado; ha visto cómo el triunfo de Alberto Núñez Feijoo en Galicia se basó en un alejamiento de su presencia y la desaparición de las siglas del partido; ha sufrido dos severas derrotas en el País Vasco y Cataluña... La cosa se le ha puesto tan difícil, que, falto de financiación (por cualquiera de las la vías: a, b, c...), se ha visto obligado a tomar la decisión de deshacerse de la sede central, la joya de la corona del PP de José María Aznar y Mariano Rajoy.
Por ahora, el protagonismo creciente de Ayuso y lo que están apuntando sus perspectivas electorales de cara al 4 de mayo puede dar la impresión de que está dando alas al PP. A Casado, desde luego que no. Y al PP, tal como lo hemos conocido, tampoco. Porque Ayuso es la personificación made in Spain de Trump. Mentir, ocultar, salir por la tangente, poner poses, ser simplona, decir estupideces... son sus sellos. Sólo le ha faltado reproducir el estilo autoritario de su referente norteamericano, algo que, por lo que estamos viendo, se ha sustituido por ahora con imágenes públicas de una especie de Virgen sufriente o de una joven inocente maltratada, cuando no la representación del cas-ti-cis-mo ma-dri-le-ño.
Veamos, si no, algunos ejemplos. ¿Que se opone a las medidas contra la contaminación tomadas por el gobierno municipal presidido por Manuel Carmena? ¡Ay que ver, atacan una de las señas de identidad de Madrid! ¿Que le alquilan a precio de ganga un apartamento de lujo en un zona céntrica de Madrid? Es que tiene buen ojo, aunque quien lo haya hecho haya sido un empresario favorecido por concesiones públicas. ¿Que se gasta 153 millones de euros en el hospital Zendal, teniendo hospitales con espacios vacíos y reduciendo la contratación de personal sanitario? No importa, es una genialidad en la lucha contra el covid 19, aunque sólo se esté usando un parte de lo construido y las personas enfermas estén situadas en hileras de camas, vean caer el agua por las goteras, tengan escasez de baños o soporten comidas de mala calidad. ¿Que relaja las restricciones en las instalaciones hosteleras, y con ello promueve la llegada de turistas del exterior y la proliferación de fiestas? Pues ya está, da fuerza a la economía de la Comunidad, aunque sea a costa de las mayores tasas de contagios, hospitalizaciones o muertes. ¿Que presume de bajar los impuestos? Pues claro, aunque sólo favorezca a quienes más tienen y debilite la sanidad y educación públicas, o la atención a las personas mayores y los sectores sociales más vulnerables. ¿Que la critican? Pues están haciendo una campaña contra Madrid, que es España dentro de España ¿Que la pillan sin declarar todo su patrimonio? No importa, dice que es una mentira, aunque sea una verdad, y que no se trata de una empresa, sino de una sociedad limitada... ¡Para qué seguir!
Lo que ocurra en las elecciones madrileñas está por ver. La clave no va a estar en que se pueda convencer a quienes votan al PP o a Vox, que lo tienen bien claro. Lo harán sí o sí, salvo el grado de voto útil que pueda haber, castigando a Vox en favor del PP de Ayuso. La clave estará en lo que hagan quienes no hayan votado en otras ocasiones, ubicados en bastante mayor medida en los barrios populares de la capital y las ciudades de su cinturón al sur y al este, y en la capacidad que tengan el PSOE, Más Madrid y Unidas Podemos para que así sea. Existe el antecedente de las últimas presidenciales de EEUU, donde Trump aumentó sus votos, pero en menor medida que su oponente. Por eso Joe Biden consiguió hacerse con tradicionales abstencionistas, lo que le permitió derrotarlo.
En Madrid, por suerte, el progresismo no se concentra en un partido, como en EEUU, sino en tres. El sistema electoral facilita, además, el reparto proporcional de los escaños. Al margen de lo que podamos desear de ese reparto, en cualquiera de las direcciones, lo cierto es que hay margen para derrotar al PP de Ayuso y a su aliado Vox, que son la expresión del trumpismo en Madrid en dos de sus facetas. Hacerlo puede servir de ejemplo en otros territorios. Andalucía, por ejemplo.