viernes, 28 de octubre de 2022

El Partenón, modelo de belleza y armonía en el arte


Hablar del Partenón es hacerlo sobre una de las obras de arquitectura más emblemáticas, exponente de un modelo estético de proporción y armonía insuperables. Su nombre deriva del calificativo que le dio la población ateniense a la diosa a la que estuvo dedicado: Virgen, Doncella... Protectora, en fin, de la polis. Situado a la derecha de la Acrópolis, según se entra por los Propileos, su silueta puede divisarse en la distancia desde la vertiente sur. Arquitectónicamente el templo fue obra de Ictino y Calístrates, y tuvo a Fidias como supervisor y, ante todo, como el responsable de la iconografía escultórica que añadió en sus relieves y en la estatua que lo acogió. Estamos ante un templo  construido en mármol; de orden dórico, en cuanto a sus capiteles; períptero, por estar rodeado de columnas; y octástilo, por disponer de ocho columnas en cada parte frontal. Su alzado, como corresponde con los templos griegos, dispone de un basamento en forma de escalinata, las columnas y el entablamento, estando este último compuesto por el dintel y el friso, añadiéndose un frontón en las partes frontal y antefrontal. Su planta, en fin, la forman una pronaos, el santuario o cella, y el opistódomos. Resultan llamativos los efectos ópticos que se introdujeron en las columnas (inclinación hacia dentro y ensanchamiento en la parte central de cada fuste), con el fin de corregir las deformaciones que provoca la visión humana desde la distancia. La cella acogió la escultura de Atenea Partenos, criselefantina en sus materiales y monumental con sus 12 metros de altura. Los relieves tratan sobre distintos aspectos de la mitología y la vida griegas: los tímpanos están dedicados a la diosa Atenea y al resto de los dioses del Olimpo; las metopas del friso exterior aluden a las luchas mitológicas de gigantes, centauros y amazonas, y a la guerra de Troya; y las del friso interior representan las procesiones panateneas. Son una muestra de la maestría de su autor, en la que destacan aspectos como la serenidad de los personajes, el tratamiento anatómico de los cuerpos humanos o la perfección de los pliegues de sus vestimentas. Casi todos los relieves se encuentran en el Museo Británico, después que el conde de Elgin se los llevara a Londres en los primeros años del siglo XIX. Algunos, pocos, correspondientes al friso interior, están expuestos, por suerte, en el Museo de la Acrópolis, a la espera de la devolución que el pueblo griego se merece.