Las elecciones de junio dejaron un mensaje: el triunfo de los partidos del sistema y la derrota de los que, si no quieren destruirlo, al menos quieren modificarlo sustancialmente. Lo que hemos estado viendo desde diciembre no ha sido otra cosa que la constatación de las contradicciones existentes en el seno de los partidos del sistema. En marzo, primero, y estos últimos días se han escenificado en el hemiciclo del Congreso esas diferencias.
Un partido, Ciudadanos, se ha prestado en cada momento como complemento para quien debería gobernar o para permitir que lo hiciera: con el PSOE, en marzo y con el PP, estos días. Si en la primavera lo hizo con más empeño, ahora lo ha hecho falto de ilusión, desconfiando a todas claras de Mariano Rajoy. El PP sigue apostando por Rajoy, que a su vez es rechazado unánimemente por el resto. El PSOE, en fin, está sumido en una situación donde su candidato, Pedro Sánchez, acabará dimitiendo o siendo desplazado.
Una de las voces que se ha pronunciado por un candidato a la jefatura del gobierno que no sea Rajoy ha sido la de Felipe González, que la lanzó hace un par de días. Ayer lo repitió Albert Rivera en plena votación del Congreso. El sistema quiere que se aclaren las cosas cuanto antes, pero, aun siendo difícil por lo visto estos días, cuenta con una ventaja: la maquinaria está funcionando, porque tiene programado un recorrido no corto y dispone de combustible suficiente. Ya se encargaron de ello en el último gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y, sobre todo, en el del PP. Y éste, además, en funciones desde hace casi un año, tomando medidas al margen de las cámaras parlamentarias.
Ya dije hace un par de meses que unas terceras elecciones eran previsibles. Hay quienes, como en el PP, que lo ven como un mal menor, a la espera de seguir recuperando a costa de Ciudadanos el electorado perdido. En el PSOE hay quienes lo consideran así también, en este caso esperando recuperar votos a costa de Unidos Podemos o que éste los pierda hacia la abstención. Pero también están quienes en el PSOE temen una mayor regresión electoral y de ahí que tengan como horizonte la sustitución de Sánchez. ¿Se trataría de una recuperación del bipartidismo en todo caso?
Lo dramático de todo esto es que la pasividad ciudadana es muy elevada. La desmovilización es prácticamente total y en la parte más afectada por los ataques del sistema, la gente joven, ha llegado incluso a aumentar la desafección electoral.
¿Y la izquierda? Quizás hoy esté dando muestras de pesimismo, pero es lo que hay. O lo que percibo.
(Imagen: viñeta de Sciammarella)