domingo, 6 de marzo de 2022

Mi paso por Zahara de los Atunes presentando el libro Fascismo y represión en Barbate durante la guerra y la postguerra


El viernes pasado, 4 de marzo, estuve en Zahara de los Atunes presentando mi libro Fascismo y represión en Barbate durante la guerra y la postguerra. Antes de mi intervención dirigieron unas palabras a las personas asistentes Agustín Conejo Medina, alcalde de la localidad y anfitrión del acto; María Santos Sevillano Venegas, presidenta de la Mancomunidad de Municipios de La Janda; y Chiara Molinari  Gázquez, zahareña, estudiante de Historia y antigua alumna. Resultó un acto entrañable, del que además puedo dar fe que, pese a las casi dos horas que duró mi exposición, las personas asistentes se mostraron muy atentas.


Sabido es que la edición del libro ha corrido a cargo de la Mancomunidad de Municipios jandeña, con la colaboración de la Diputación de Cádiz. Desde que salió a la luz, a finales de noviembre pasado, su difusión está siendo motivo de mucho interés. Por mi parte, en mi deseo está que, en lo posible, se haga una nueva edición o se publique digitalmente a través de la red electrónica para dar satisfacción a las numerosas personas que están deseando poder leer el libro.

El contenido de mi intervención se basó en la que realicé el pasado 11 de diciembre en la Casa de la Cultura de Barbate, aunque, eso sí, adaptándola a la especificidad de Zahara de los Atunes. Una localidad próxima a Barbate, que formó parte del municipio de Vejer de la Frontera hasta que en marzo de 1938 inició su andadura dentro del nuevo municipio barbateño. Además de referirme a los antecedentes y el golpe militar de julio de de 1936, el contexto social, económico y político de Barbate durante los años 20 y 30, la represión habida durante los años de la guerra y los posteriores, la naturaleza fascista del poder local en el nuevo municipio o lo ocurrido desde los años de la Transición, no faltaron las alusiones a la realidad de Zahara de los Atunes y, dentro de ella, a algunas personas concretas. 

De un lado, las ligadas al poder, como Juan Varo Valdés, el alcalde pedáneo "vitalicio" (desde 1938 hasta 1970) y concejal (entre 1938 y 1954), que se afilió a Falange a los pocos días del golpe militar; Juan García Madera, alcalde pedáneo entre julio de 1936 y marzo de 1938; o Manuel Guerrero Sierra y Francisco Ortiz Guirola, concejales desde 1948.  


Y de otro, algunas de las víctimas de la represión. Como el maestro Manuel Abel Romerooriginario de la localidad sanluqueña de Bonanza, vinculado al PSOE, asesinado entre julio y agosto de 1936 (durante esa terrible "ola exterminadora") y desaparecido (como ocurrió con otros 7 vecinos de Barbate). Y al que, pese a ello, en 1937 se le abrió un proceso de depuración post mortem dentro del cuerpo profesional al que pertenecía, que concluyó en septiembre de 1939 con su "separación definitiva".

Como el joven marinero Manuel Callado Sánchez, conocido como "Pínfano", un joven marinero que huyó a principios de la guerra a Málaga desde Tánger, en cuyas aguas faenaba. Después de combatir en varios frentes y ser herido a finales de 1938 en el norte de Lleida, fue internado en enero del año siguiente en el campo francés de Argélès-sur-Mer. Luego, cuando se encontraba trabajando por la región de Nantes, durante el comienzo de la invasión alemana de Francia, fue hecho prisionero en junio de 1940 y enviado a España. Previo paso por campos de concentración en Miranda de Ebro (Burgos) y Madrid, recaló en el sur de Cádiz, donde trabajó picando piedras en canteras y en la construcción de caminos de los términos municipales de Algeciras, Tarifa y San Roque, dentro de batallones disciplinarios de trabajadores. Después de haber sufrido la infección de una herida en el pie, fue enviado a Cerro Muriano (Córdoba), donde finalmente fue licenciado en 1942. De vuelta a casa, se trasladó a Barbate, trabajando de marinero hasta su jubilación. Regresó a Zahara de los Atunes y en 1979 solicitó una pensión como herido de guerra. Tuvo tiempo para escribir a principios de los ochenta sus Memorias de un soldado de Infantería de Marina, un valioso y precioso testimonio acerca de las vicisitudes sufridas a lo largo de su vida.


O como su madre, Josefa Sánchez, que en octubre de 1936 fue propuesta para ser separada del sorteo de hazas de Vejer de la Frontera, pero que no resultó excluida por no estar dentro de dicho padrón. Tampoco lo estuvo en el de Barbate de 1944. No le faltó la ocasión para que, fiel a su hijo Manuel y acompañada de su hija Magdalena, tuviera la valentía de ir a visitarlo en uno de esos campos de trabajo

O Juan Conejo García, al que llamaban "Juan el Largo", de ideas republicanas y detenido por ese motivo tras el golpe militar. El mismo que se desmayó cuando era conducido en un camión para ser ejecutado, fue apeado del vehículo y se libró de la muerte.

O el marinero Francisco Chico Pérez, que en 1941 fue procesado por el Juzgado  Provincial de Responsabilidades Políticas, quizás por haber sido combatiente republicano, pero que tuvo la suerte de no ser sancionado. Luego, se trasladó a Barbate, donde cambió de profesión, para trabajar como conductor.

O los cabreros José Cote Guerrero y Juan Romero Herrera, y el campesino Cristóbal Moreno Peña, originario de Vejer de la Frontera pero residente hasta 1936 en Casas Viejas. Los tres, acusados de colaborar con la guerrilla que operaba en el sur de la provincia. El tercero, condenado en 1945 por ese motivo, acabó muriendo en 1947 en la prisión de San Roque. El mismo que en 1937, tras regresar de Málaga a Casas Viejas, había sufrido una primera condena como combatiente republicano. Y los dos primeros, muertos en 1948 en un enfrentamiento con la Guardia Civil, después de haber sido acusados de participar en el secuestro y asesinato de Antonio Trujillo Serrano. 

O, finalmente, como Concepción García Castillo, conocida familiarmente como Concha o Conchita, viuda de Francisco López Ramírez, de Vejer de la Frontera y una de las víctimas mortales de la represión. No sabemos cuándo se trasladó a Barbate, pero sí que en 1942 fue multada por vender tabaco de contrabando: sus 1.050 gramos, valorados en 12 pts., fueron motivo para una sanción de 48 pesetas. Como se recogió en el atestado policial, lo hizo “por ser viuda y tener que mantener varios de familia”. Ya de regreso a Zahara, acabó viviendo  con una prima, “como si fuera hermanas (…),  porque no tenía a nadie”. Años más tarde, también en 1979, presentó dos solicitudes para poder recibir una pensión como viuda de victima de guerra. En la segunda ocasión estuvo acompañada de dos testigos, uno de los cuales, Diego Redondo Varo, era hermano de Juan Redondo Varo, vejeriego y otra de las víctimas mortales de la represión.

Son, en fin, pequeñas historias de unas personas que pagaron un elevado tributo cuando en España se cernió el influjo del fascismo, que en algunos casos lo pagaron con sus vidas y en otros quedaron marcadas a lo largo de los años.



(Fotografías del acto: Felisa Rico Amores y Rosario Pedrosa Gómez).