martes, 15 de marzo de 2022

La guerra de Ucrania, las guerras... y en esas cosas seguimos estando


Llevo varios días en silencio sobre la actualidad política. De España y del mundo. Y claro está, de lo que está ocurriendo en Ucrania, después del ataque sufrido por parte de Rusia hace casi tres semanas. A este tema sólo le he dedicado tres entradas, al principio de la guerra, y cada una lo ha sido a través de una imagen con su correspondiente mensaje escrito. Me he visto tentado a hacerlo en más ocasiones, para lo que al principio estuve recopilando enlaces de artículos aparecidos en distintos medios de comunicación. Pero, entre la dedicación a preparar varios dos actos públicos sobre la historia de Barbate y mi estado de ánimo por lo que estaba ocurriendo, ha ido pasando el tiempo sin que me decidiera a escribir algo.

Con anterioridad, el 22 de enero, cuando se estaba fraguando el conflicto bélico, escribí un breve artículo, "El conflicto de Ucrania y los intereses de EEUU", en el que intentaba explicar lo que se estaba tramando. Días más tarde, el 30 de enero, Día de la Paz,  publiqué la entrada "La paz en 2022, siempre necesaria", basada en una imagen con tres palomas y unos versos de la feminista afroamericana bell hooks (sí, en letras minúsculas, como le gustaba firmar sus escritos): 

escuchemos una tierra sin fin
un mundo sin fronteras
un espacio lo suficientemente abierto para la paz
  
Volviendo a mis escasas y lacónicas entradas publicadas durante la guerra, en la primera, del 24 de febrero  y que titulé "Tristes guerras...", apareció el célebre NO  A LA GUERRA (nacido en 2003 para denunciar el ataque contra Irak por parte de  EEUU y algunos de sus aliados, entre los que estaba el gobierno de José María Aznar). Acompañé la imagen con el poema completo de Miguel Hernández que dio título a la entrada:

Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes. Tristes.

Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes. Tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes. Tristes.

La segunda entrada, "Frente a la guerra, una apuesta por paz", la publiqué el 1 de marzo, en esta ocasión con la imagen de una paloma sobrevolando sobre un fragmento del "Guernica" de Picasso, y las palabras que Julio Anguita pronunció cuando supo que su hijo Julio, periodista, murió durante la guerra de Irak:

Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen.  

La última, "Hay que seguir insistiendo en el NO A LA GUERRA", fue del día 3. La imagen es una fotografía del socialista francés Jean Jaurès el día 25 de julio de 1914, durante un mitin al inicio de la Primera Guerra Mundial, a la que se opuso y por lo que acabó siendo asesinado días después. Sobre la fotografía situé en el ángulo superior izquierda el NO A LA GUERRA y en su parte inferior un fragmento de su discurso, en el que sobresalía tanto su carácter pacifista como  internacionalista:

(...) no hay ya, en el momento en que nos amenazan de asesinato y de salvajadas, más que una oportunidad para el mantenimiento de la paz y la salvación de la civilización, y es que el proletariado una todas sus fuerzas que cuentan con un gran número hermanos: franceses, ingleses, alemanes, italianos, rusos, y que pidamos a estos millares de hombres que se unan para que el latido unánime de sus corazones aleje la horrible pesadilla.

Y hoy, por fin, me he decido a retomar mis comentarios, sobre los que sigo en mi postura de oposición a la guerra -y esta guerra- y mi apuesta por la paz. Mi oposición al militarismo y a los imperios que lo sostienen. Lo que no quita que siga indagando para saber más y comprender mejor lo que hay detrás del conflicto desatado. En sí mismo y sobre lo que le rodea, incluyendo la desinformación, las mentiras y también la censura más o menos encubierta. 

He leído esta mañana en Público un artículo de Augusto Zamora R., "De sanciones, bloqueos y periodismo venal". Además de recomendar su lectura, por muy crudo que pueda parecer su contenido, hay un pasaje del mismo que me ha llamado la atención. Lo reproduzco:

"(...) el gas ruso no sólo sigue fluyendo después del inicio de las operaciones en Ucrania, sino que su suministro ha aumentado significativamente, de 89 a 109,5 millones de metros cúbicos por día. Putin será la reencarnación del demonio, pero el gas ruso sabe a gloria. ¿Han escuchado a alguna gallina cacarear algo al respecto? No, ni lo oirán, porque admitir que han aumentado las compras desmentiría su discurso y lo que importa no es decir la verdad, sino seguir manipulando a la gente, como manda el Gran Jefe, EEUU.
Tampoco informarán de que Gran Bretaña gastó más de 2.500 millones de libras esterlinas en importaciones desde Rusia hace un mes, según la Oficina Británica de Estadísticas, divulgado por el Daily Mail. Mil millones de libras en combustible; 591 millones en petróleo; 289 millones en gas; tres millones de libras en alimentos para animales, 25 millones en químicos y 34 millones en acero y otros metales. Este hecho prueba que las sanciones estaban decididas, que Gran Bretaña las conocía y se adelantó a ellas (...)".

Me ha retrotraído a algo que escribí en 2014, precisamente dedicado al centenario del comienzo de esa Gran Guerra de cuatro años de duración y que ha acabado conociéndose con el nombre de Primera Guerra Mundial. La entrada, "Hace 100 años: el negocio de la guerra", trata, como indica su título, de un episodio contado por el historiador francés Jean Pierre Flechard ("Un santuario del capital internacional: la cuenca de Briey-Thionville", en El libro negro del capitalismo, Tafalla, Txalaparta, 1998) y que tuvo como marco la comarca francesa de Briey-Thionville. Situada en una encrucijada, por la cercanía de las fronteras de Luxemburgo y Alemania, su importancia económica derivaba de la presencia de las minas y la factoría de hierro, propiedad de la familia Wendel. Y sobre ello escribí:

"(...) en agosto de 1914 pasaron a manos alemanas sin que hubiera resistencia por la parte francesa. El general Verraux, encargado de su defensa, fue obligado a hacerlo por órdenes superiores. Tampoco a lo largo del conflicto se procedió a la reconquista de la comarca y ni siquiera  al ataque de las caravanas que transportaban el preciado mineral a Alemania. Incluso cuando empezaron a conocerse evidencias que algo raro había en ello, el propio presidente francés, Raymond Poincaré, frenó cualquier iniciativa para revertir la situación. Todo, muy sorprendente.
Según Flechard se ha sabido después que en realidad lo que había habido era un acuerdo entre los estados mayores y los fabricantes de armamentos de ambos países. El objetivo era claro: continuar la guerra para acrecentar los beneficios empresariales".

Y en esas cosas seguimos estando.


(Imagen: "Campos de Paz", instalación en Amiens (Francia) de la artista Beatrice Saurel).