sábado, 18 de mayo de 2019

El Juan Carlos Aragón que conocí



































Viajando ayer hacia Sevilla me llegó al móvil el 
mensaje  de la muerte de Juan Carlos Aragón Becerra. Un autor del carnaval, más que de primera, de la cumbre. Comparsista y chirigotero capaz de haber conseguido momentos sublimes en un mundo tan propio, al que él mismo, con sus propias palabras, elevó, como buen pagano, por encima de religiones y dioses. Pero no voy a hablar de sus méritos artísticos y poéticos, de los que hay gente que sabe mucho más que yo. Me voy a quedar con el Juan Carlos que conocí. 


Supe de él, sin que supiera en ese momento quién era, cuando allá por 1999 ganó el Concurso del Falla con su chirigota Los Yesterday. De su actuación, en la que aunaba la originalidad y la provocación, no puedo olvidarme de un pasodoble que ha marcado época: el dedicado a Blas Infante, el himno de Andalucía y la Andalucía de nuestros días. 

Luego supe, cuando ganó tres años después otra vez en el mismo Concurso, ya en la modalidad de comparsas, que era profesor de Filosofía y que sus letras contenían reflexiones profundas. Sus Ángeles Caídos lo pusieron a la altura de los grandes del momento, como eran Antonio Martín y  Antonio Martínez Ares. Desde entonces, con mayor o menor intensidad, lo he ido siguiendo en los diferentes concursos y hasta he tenido la suerte de haber asistido a dos actuaciones de sus agrupaciones: una, en 2004, con sus 1800 Los Inmortales; y la otra, en 2007, con Araka la Kana. 


Pero lo mayor suerte para mí ha sido haberlo tenido como compañero de trabajo en el instituto Trafalgar en cuatro cursos y dos etapas: entre 2006 y 2008, y entre 2014 y 2016. Siendo, según mi parecer, una persona tímida y en cierta medida introvertida -fuera, claro está, de su ambiente natural-, eso no supuso que, al menos conmigo, rehuyera la conversación y tratar por ello de asuntos de diversa índole.


El primer curso que estuvo en el Trafalgar coincidió con su agrupación Araka la Kana, que acabó siendo, por segunda vez, la ganadora del Concurso de comparsas. Un homenaje, como se sabe y me contó, al carnaval montevideano y, además, al componente de resistencia que mantuvo durante la dictadura militar uruguaya. El nombre de la agrupación, no en vano, aludía al grito "que viene la poli". 

Cuando se fue del centro, en 2008, lo hizo con una pena, que siempre he defendido que ha estado presente en algunas de sus letras posteriores y hasta en entrevistas. Recuerdo lo ilusionado que estuvo cuando hizo el examen de las oposiciones para el acceso a funcionario y lo que vino después cuando supo que no había aprobado. Conozco ese mundo y entiendo el sentimiento de frustración que le supuso.      

Años después, en 2014, regresó al Trafalgar. Al final del curso, al poco de la victoria electoral de la izquierda en la capital gaditana, comentamos la ofensiva que la derechona empezó a lanzar contra el nuevo alcalde, José María González. Juan Carlos había escrito el artículo "El Kichi Ese" y yo, la entrada en mi cuaderno "El bendito Fermín Salvochea y el alcalde de Cádiz", donde, además, acabé introduciendo una añadido posterior sobre su escrito.   

Y a la vuelta de las vacaciones, tras su regreso del viaje de boda que hizo a Cuba, no se me olvida la respuesta  que me dio cuando le pregunté por los lugares que había visitado de la isla: "No he salido de La Habana Vieja". La experiencia que le supuso esa estancia explica que acabara rectificando su decisión de meses atrás, cuando anunció su renuncia a presentarse al Concurso del Falla, y la inspiración que le llevó a crear las melodías y las letras de lo que acabó siendo La Guayabera, la agrupación con la que 2016 concurrió a dicho Concurso.

Este año he seguido con gran interés su itinerario en el Concurso carnavalero, donde Juan Carlos ha estado presente por partida doble: como chirigotero y como comparsista. Ignoro lo que podía haber detrás de ese reto, que, no siendo nuevo en él, considero más que atrevido. El caso es que con su Chele Vara, en las chirigotas, y La Gaditaníssima, en las comparsas, tuvo a mucha gente en vilo por elevado nivel que ofreció. Que en esta última modalidad acabara quedando segundo, resulta explicable, teniendo en cuenta que el ganador fue otro grande de la modalidad, Antonio Martínez Ares. Distinto fue lo ocurrido con su chirigota, frenada en su pase a la final en lo que fue un claro cajonazo, esto es, la forma gaditana de decir que no se actuó con justicia. Una genialidad en su fusión de lo gaditano y lo cubano, de los mitos y sueños de la isla caribeña con las vivencias y los sueños de un Cádiz que es bien que real.

Hace unas semanas, la misma noche de las elecciones generales de abril, me enteré de su enfermedad y, por lo que ha acabado siendo una fatalidad, de su gravedad. Ayer se nos fue Juan Carlos Aragón Becerra. Un genio del Carnaval de Cádiz. Una persona con sensibilidad suficiente para denunciar a quienes detentan el poder y poner al descubierto las injusticias. Me honro de haberlo tenido como compañero.