miércoles, 1 de noviembre de 2017

Murió Daniel Viglietti, pero hay que seguir desalambrando


















Ayer murió Daniel Viglietti. De las noticias que leí ayer sobre él no deduje que hubiera fallecido. Pero así fue. Cantautor puro. Cantautor protesta auténtico. Un artista, no sé si genial, pero sí de primera fila. Autor de bellas canciones, algunas bellísimas, y excelente guitarrista, dentro de la tradición trovadora uruguaya y argentina. A veces sus letras eran rotundas y directas, como en "A desalambrar", que tanto popularizó Víctor Jara y tanto cantábamos en nuestros años jóvenes; y otras eran melodías emotivas y letras poéticas, como su "Milonga de andar lejos", con la que Quilapayún gustaba iniciar algunos de sus conciertos de los años setenta.

Ha sido una persona comprometida políticamente. Con la solidaridad humana y propagador de lo que se ha venido denominando desde hace tiempo la unidad latinoamericana. Lo primero, dentro de la corriente que busca un mundo justo, sin desigualdades, para impulsar la dignidad de las gentes humildes y expropiar la riqueza de la minoría de gente inmensamente rica. Lo segundo, inserto en la tradición de una patria grande, hija de las primeras luchas por la liberación frente al colonialismo español y portugués, y luego, a lo largo del XIX y el XX, conformada por las luchas que se fueron sucediendo frente a otros imperios, con personajes como José Marti, Luis Emilio Recabarren, Augusto César Sandino, Farabundo Martí, Fidel Castro, Ernesto Guevara, Salvador Allende... Una América Latina diversa, pero unida en lo cultural, en los anhelos de un mundo mejor...  Multirracial, mestiza, antiimperialista. 


Si mi memoria no me falla, a A Viglietti lo vi y escuché en directo en una ocasión, en Salamanca y en los ochenta con Mario Benedetti. Lo repitieron en varias ocasiones y en varios lugares. Un cantante y un poeta, . Y un resultado precioso. Lindo, en el decir sudamericano. Emotivo. Y reivindicativo. Eran los tiempos en que se llamaba sudacas con un carácter despectivo a quienes llegaban del otro lado del océano. En muchos casos por motivos políticos. En otros, consecuencia de las medidas económicas ultraliberales que se estaban poniendo en práctica por los gobiernos militares sostenidos por las oligarquías y el imperio estadounidense.


Viglietti estuvo entre quienes huyeron de esas dictaduras. Quizás la primera, en 1973, la uruguaya. Se instaló en Argentina hasta que le tocó el turno en 1976 a ese país. Luego vino a Europa, quedándose durante unos años en Francia. Fruto de su experiencia del exilio surgieron nuevas canciones, nuevos discos. Una de esas canciones, la ya mencionada "Milonga de andar lejos", contiene versos como éstos:



Qué lejos está mi tierra
Y, sin embargo, qué cerca
O es que existe un territorio
Donde las sangres se mezclan.

Tanta distancia y camino,
Tan diferentes banderas
Y la pobreza es la misma
Los mismos hombres esperan.

Yo quiero romper mi mapa,
Formar el mapa de todos,
Mestizos, negros y blancos,
Trazarlo codo con codo.

Los ríos son como venas
De un cuerpo entero extendido,
Y es el color de la tierra
La sangre de los caídos.

No somos los extranjeros
Los extranjeros son otros;
Son ellos los mercaderes
Y los esclavos nosotros.

Yo quiero romper la vida,
Como cambiarla quisiera,
Ayúdeme compañero;
Ayúdeme, no demore,
Que una gota con ser poco

Con otra se hace aguacero.

Todo un testimonio de una vida. Toda una declaración de intenciones. Una invitación a proseguir. 
Porque hay que seguir desalambrando.