La
derechona política y mediática (incluido el que sigue siendo todavía para mucha
gente el gurú del progresismo centrado, esto es, El País) ha
lanzado una campaña durísima y malintencionada, tergiversando para ello los
hechos. Ha utilizado como principal excusa un episodio del final
de la obra en el que un policía coloca a la bruja, para incriminarla, un cartel
con la leyenda "Gora Alka-Eta". Un juego de palabras que sintetiza
los nombres Al Qaeda y ETA, pero que tiene como motivo poner de relieve un
hecho que existe en la vida real, como es el empleo frecuente desde medios
policiales de endosar el calificativo de terrorista a quienes dan muestras de
resistencia social.
Resulta
evidente la derechona ha aprovechado esto para lanzarse contra el gobierno
municipal de Ganemos Madrid y la propia alcaldesa, Manuela Carmena. Se la tiene
jurada desde mayo pasado y no ha parado de acosarla con cualquier excusa, por
peregrina que parezca, creyendo así que puede minar al gobierno municipal.
La
reacción del propio gobierno municipal creo que no ha sido la apropiada. Se ha
dejado llevar por esa presión y cargado contra la compañía de títeres, a los
que ha acusado, entre otras cosas, de engaño, aduciendo que no hay
correspondencia entre la sinopsis entregada sobre la obra y lo
representado.
Sobre
los pormenores de lo ocurrido recomiendo la breve crónica que ha publicado
hoy Tercera Información, donde aparece parte del
contenido del atestado policial, claramente simplista y distorsionador. De la
misma compañía reproducen un extracto de la presentación de la obra, que aporta
bastante claridad sobre su contenido trasgresor, pero en ningún momento
delictivo: "Títeres desde Abajo revive a Don Cristóbal Polichinela, ese
oscuro personaje de la tradición popular ibérica. En esta ocasión, Polichinela
llegará a Tetuán para imponer su voluntad a base cachiporra. Sin embargo,
también habitará en estas tierras una bruja que tiene la firme decisión de amar
su libertad por encima de todo y no dejarse pisotear por ningún Don Cristóbal,
por mucho poder que éste se arrogue".
También
recomiendo dos artículos de opinión que ayer leí y que considero de
gran interés, pues aclaran mucho sobre la dimensión política de lo ocurrido.
Uno, en Público, del sociólogo e historiador Emmanuel Rodríguez,
titulado "Titiriteros e
iniciativa política. O cómo se perderá el ayuntamiento de Madrid"; y el segundo, en eldiario.es,
del abogado penalista y editor de la revista satírica Mongolia, "¿Entre titiriteros
y trileros anda la cosa?".
Rodríguez
se muestra muy crítico en una doble dirección. Una, por lo que respecta a la libertad de expresión y la nueva criminalización a quienes se muestran críticos
con el poder establecido. Y la otra, por la debilidad del gobierno municipal,
que se ha doblegado en el caso que nos ocupa ante la ofensiva neoliberal,
mientras se despreocupa de lo principal: "La auditoría de la deuda se
realiza a cuentagotas. Los avances en materia de vivienda apenas pasan de lo
cosmético. Las remunicipalizaciones se esfuman de la agenda. Se aceptan las
operaciones Mahou-Calderón, Canalejas, y a buen seguro tramos del macro
proyecto Chamartín. En definitiva, se cede progresivamente en todo lo que haya
que ceder frente a los chantajes más evidentes de la oligarquía política y económica".
Boyé,
por su parte, parte de lo inapropiado de haber programado la obra como
espectáculo infantil. Pero donde se muestra rotundo es a la hora de calificar
lo ocurrido: "lo más grave del asunto, por afectar a un derecho
constitucional como es el derecho a la libertad personal de los dos detenidos,
me parece que criminalizar este tipo de actuaciones es un claro atentado a la
libertad de expresión impropio de un gobierno que se dice de progreso".
Tampoco se queda corto cuando alude a otra debilidad del gobierno municipal:
"gobernar tiene sus costos y uno de ellos es admitir los errores y aceptar
las críticas porque la política no sólo consiste en tener un cargo sino en
ejercerlo conforme al mandato recibido de los ciudadanos".
Mientras
tanto, los dos títeres implicados siguen detenidos. Están sufriendo la fuerza
de la ley, interpretada por quien les ha correspondido para juzgarla. El
uso de la sátira política, como una forma de libertad de expresión, es lo
que está en juego. ¡Y, vaya, cómo lo están pagando! Don Cristóbal sigue haciendo de las suyas.