La dirección del PSOE ha tomado una decisión clara: un acuerdo político con Ciudadanos. Esto imposibilita un acuerdo con Podemos, UP-IU y Compromís, con los que había iniciado conversaciones de cara a una posible investidura e incluso formación de un gobierno progresista. Lo ocurrido ayer, reuniéndose simultáneamente y por separado con Ciudadanos y los tres grupos de izquierda, fue algo muy sintomático sobre sus intenciones. Ya por la mañana había anunciado que había avanzado mucho en las conversaciones con el partido liderado por Albert Rivera, por lo que la escenificación de la tarde-noche no dejó de ser una declaración de intenciones que hoy se ha hecho realidad.
El PSOE, empero, tiene que resolver, al menos, dos problemas. Uno, que la suma de escaños conseguida es insuficiente para la investidura de Pedro Sánchez. El PP ha vuelto a decir que no la apoyará. Y el otro, que la opción por un aliado por su flanco derecho conlleva riesgos peligrosos, porque desatiende el flanco izquierdo.
Desde que se supieron los resultados del 20-D en el seno del PSOE se sucedieron los movimientos en la cúpula. Sánchez, que quizás había pensado en la fórmula de un gobierno presidido por él, se topó con una enorme resistencia entre las baronías (con Susana Díaz, a la cabeza). Éstas llegaron a plantear su sustitución como secretario general y, con ello, su repetición como candidato en caso de nuevas elecciones. Dinosaurios como Felipe González, Alfonso Guerra, Joaquín Leguina y unos cuantos más tampoco callaron. González, incluso, no tuvo reparos en hablar de una gran coalición a la alemana. Esto último, sin embargo, no era del agrado de casi nadie, por las repercusiones que podría tener de cara al propio futuro del partido, temiendo una pasokización. Pero lo principal es que advirtieron a Sánchez que por la izquierda, nada.
Recuperada la tranquilidad, quizás consciente todo el mundo del ridículo que se estaba haciendo, Sánchez supo qué tenía que hacer: obedecer; y Díaz y compañía: callar, por el momento. Un episodio clave de la nueva situación fue el reparto de la Mesa de Congreso, con Patxi López en la presidencia y el control de la misma por PP y Ciudadanos frente al propio PSOE y Podemos. Mientras tanto, no paró un juego de ruedas de prensa entre el PSOE y Podemos, a modo de diálogo de sordos, mientras UP-IU lanzaba una propuesta programática para discutir sobre una investidura de jefe de gobierno.
Finalmente, la iniciativa de UP-IU, apoyada por Compromís, para que se iniciaran conversaciones entre los grupos de izquierda basadas en programas concretos, forzó a que Podemos y el PSOE acabaran aceptando reunirse. Y eso sucedió el lunes. Pero el martes ocurrió lo que se ha contado al principio de este escrito.
¿Qué ocurrirá? Intuyo que habrá nuevas elecciones. El PSOE ha apostado por dar la imagen de un partido con responsabilidad y voluntad de gobernar mediante acuerdos con otros grupos. Desechado el PP, cuyo papel entre ridículo por su bisoñez y paralizado por el cerco de la corrupción, el PSOE, por el centro-izquierda, y Ciudadanos, por el centro-derecha se están presentando como los partidos salvadores. Tienen el apoyo de los poderes económicos, que no es poco. ¿Lo entenderá así la sociedad española?