Hace un año el recién elegido gobierno griego estaba sufriendo un verdadero calvario por las presiones de todo tipo que ejercieron desde las altas instancias de la UE. Hubo un rechazo frontal a la apuesta de Syriza por una vía económica diferente, que tenía como objetivo el fin de las medidas que habían provocado el empeoramiento de las condiciones de vida de la mayor parte de la población y empujado a amplios sectores a la pobreza. Su rechazo al referéndum de julio, entrometiéndose descaradamente en la soberanía de un país y pidiéndose por parte de dirigentes relevantes la salida de ese país, no tuvo efectos en el resultado, pero sí en el cambio de actitud de la dirigencia de Syriza. Esto provocó la salida del gobierno de Yanis Varoufakis y finalmente la aceptación de las condiciones de la troika.
Estos días estamos asistiendo a lo que llaman negociaciones entre la UE y el gobierno del Reino Unido. Desde hace tiempo hay convocado un referéndum en ese país en el que se va a decidir sobre su permanencia en la UE. Como postura política no hay nada de malo en ello, en la medida que se trata de dejar que la gente pueda decidir democráticamente sobre su futuro. A lo que llaman negociaciones es la forma que las altas esferas de la UE han tomado para que sigan mandando y beneficiándose los de siempre. A lo que llaman acuerdo no es otra cosa que permitir que las personas de otros países de la UE que trabajen en el Reino Unido no tengan los mismos derechos laborales y sociales que las británicas. Así de simple: un rechazo al principio democrático de no discriminación.
Esperan, de esa manera, frenar la fuerte oposición que hay en el Reino Unido a su pertenencia a la UE y una posible salida. Este país siempre ha mantenido una posición singular, como su no inclusión en el espacio euro o en el acuerdo Schengen sobre libre circulación de personas. Es cierto que las razones del euroescepticismo son variadas y contrapuestas, pero nunca deben ser motivo para que se lesionen los derechos de las personas.
Llama la atención la escasa información que está dando la mayoría de los medios de comunicación. Sólo ofrecen noticias vagas, sin que informen sobre los pormenores de los encuentros a alto nivel y sobre la trascendencia que tiene de cara al futuro de la gente. No paran de hablar de una Europa unida, pero se rechaza todo aquello que conlleve igualdad plena de derechos para el conjunto de la ciudadanía. Por supuesto también se rechaza, demonizándolo, todo lo que conlleve tomar medidas económicas que perjudiquen a las grandes corporaciones financieras o de cualquier otro ámbito económico. Con Grecia lo vimos el año pasado. Peor todavía si hablamos de las personas que buscan refugio en Europa, huyendo en su mayoría de situaciones que han provocado los gobiernos europeos y sus aliados de otras partes del mundo.
¡Vaya Europa que están construyendo!