jueves, 11 de mayo de 2023

Un paseo matutino por el bullicioso Quartieri Spagnoli de Nápoles


El viaje que hemos hecho a Nápoles y sus alrededores ha estado marcado, sin pretenderlo, por un acontecimiento ajeno al motivo que nos llevó. Y es que el día de la llegada a la ciudad y la última noche fue cuando se disputaron los dos partidos de la eliminatoria entre el Napoli y el Milan en la máxima competición europea de fútbol. Una metáfora de la rivalidad entre el sur pobre y el norte rico en Italia. Eso hizo que la ciudad estuviera engalanada por todos los rincones a base de los colores azul y blanco, los propios de la camiseta del club napolitano. Y hasta pudimos ver en directo, mientras cenábamos, el partido que decidió la eliminatoria, jugado allí mismo, e incluso sentir la tristeza que embargó a la afición local, después que su equipo no pudiera pasar a las semifinales de la competición.


Fue el penúltimo día, el martes que se disputaba ese segundo partido, cuando pudimos disfrutar por la mañana de un ambiente lleno de emociones y de curiosidades. Porque se juntaron el bullicio propio de una ciudad extrovertida y llena de alegría entre sus gente con el acontecimiento deportivo. A lo que hay que unir un momento, que me atrevo a calificarlo de mágico, cuando buena parte del grupo que formábamos se unió a esa alegría durante la visita al Quartieri Spagnoli o Barrio de los Españoles. El nombre tiene su origen cuando el sur de la península Itálica, que había formado parte de la corona de Aragón durante la segunda mitad del siglo XV, acabó perteneciendo a la corona hispana, resultado de la unión dinástica de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, hasta 1713.


Las primeras visitas de la mañana estuvieron destinadas a la Plaza del Plebiscito y los exteriores de edificios como la basílica de San Francisco de Paula o el Palacio Real, la Galería Umberto I, la fuente de Neptuno, el Castel Nuovo... Pero otra parte la dedicamos también a la visita del Quartieri Spagnoli, a donde nos dirigimos vía Toledo para centrarnos finalmente en la calle Emanuele de Deo. En su entrada puede verse una placa, instalada no hace muchos años, que está dedicada al revolucionario napolitano que luchó contra la monarquía borbónica y acabó siendo ajusticiado en 1799. 

 

El corto recorrido duró alrededor de una hora, lo que se explica porque éramos muchas las personas las que por allí subíamos y bajábamos. Trabajando o haciendo turismo, pero con el añadido al que aludía al principio: el partido de fútbol pendiente. Y en medio de ello, el ir y venir de esas motos cuyos conductores, con velocidad y habilidad, sorteaban a la gente serpenteando y haciendo sonar sus bocinas. Una calle estrecha, sí, y llena de comercios de alimentación o establecimientos de hostelería, sin que faltaran esos balcones en los que se pone a secar sin rubor cualquier tipo de ropa. 

  

Y como aderezo, murales, pancartas, fotografías o carteles de gente conocida que se reparten entre las paredes, los escaparates o las portadas. Donde caben personajes como la actriz Sofía Loren, criada en el pueblo colindante de Pozzuoli; el escritor Luciano de Crescenzo, autor de esa frase que reza: "creo que Nápoles es todavía la última esperanza de la humanidad para sobrevivir"; esa especie de virgen roja que representa la pintora mexicana Frida Kahlo; el dios humano que es para muchísima gente el futbolista argentino Diego Armando Maradona... En fin, toda una mezcolanza pagana construida a base de mitos y gente de la cultura, idealizados o no, que aportan al barrio una idiosincrasia, no ajena a otras partes de la ciudad, que le ha hecho saltar a la fama.  

  

El culmen del paseo estuvo con  la llegada al Largo Diego Armando Maradona, donde se ha levantado un memorial popular, más o menos improvisado, hecho a base de pancartas y murales que se quitan, se ponen o se mantienen al ritmo de la vida. Fue el mismo lugar donde, en un arrebato del alma gaditana, entre nuestro grupo se empezó a animar al club de la Tacita de Plata, primero mediante el cante y acabando con lo de "¡Ese Caí, oé!", mientras la gente allí presente sonreía, aplaudía o hacía las fotos de rigor.