domingo, 6 de septiembre de 2020

50 años de la elección de Salvador Allende como presidente de Chile

El 4 de septiembre de 1970 tuvieron lugar las elecciones presidenciales en Chile. El candidato más votado fue Salvador Allende, que encabezaba la coalición de la Unidad Popular. Obtuvo el 36'6% de los votos, superando en 1'7 puntos a Jorge Alessandri, el candidato de la derecha, y 8'8 puntos a Rodomiro Tomic, de la Democracia Cristiana y representante del ala izquierda de su partido. Mes y medio después el Congreso y el Senado, reunidos conjuntamente, eligieron como presidente  a Allende, para lo que contó con el apoyo, además de su bancada parlamentaria, de la mayor parte de la Democracia Cristiana. 

Fue un momento histórico, porque por primera vez en Chile accedió a la presidencia el representante de los grupos de izquierda y con ellos de los sectores más humildes de la sociedad. Incluso, en el ámbito internacional, nunca había sido elegido como presidente de un país una persona que se declaraba como marxista. Y lo más importante, su figura representaba las aspiraciones de amplios sectores populares, deseosos de una sociedad donde imperase la justicia social.

Pese a ello ese camino se vio plagado de presiones desde EEUU, desde cuyos círculos de poder, con el presidente Richard Nixon a la cabeza, contemplaron todo tipo de acciones, incluido el golpe de estado. Pese a que en ese momento fracasaron, los sectores más reaccionarios del país y la CIA no desistieron hasta conseguir el objetivo de derrocar al nuevo gobierno. 


Durante tres años el gobierno de socialistas, comunistas, radicales y cristianos de izquierda inició un proceso revolucionario de nuevo tipo. Aunó la aplicación del programa electoral con el empleo de las instituciones del país, en lo que se denominó como la vía chilena hacia el socialismo. Los sectores más importantes de la economía se vieron nacionalizados, como la minería del cobre y la banca, lo que afectó al capital extranjero. Se intensificó el proceso de redistribución de las tierras desde los latifundios. Se garantizaron los alimentos básicos a los sectores más humildes. 

Pero tres años después, el 11 de septiembre, el proceso quedó cortado de raíz. Los sectores más reaccionarios del país, utilizando a las fuerzas armadas como ariete y contando con el apoyo activo del gobierno de EEUU, dieron un golpe de estado. Allende intentó inútilmente resistir en el Palacio de la Moneda, acosado por la aviación golpista. Al final prefirió quitarse la vida antes que aceptar la propuesta del general traidor Augusto Pinochet, que le había ofrecido la salida del país. Fue en esas horas cuando pronunció su último discurso, emitido lleno de interferencias por Radio Magallanes, cuyas últimas palabras fueron: 

Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores! 

Tres días después el poeta Pablo Neruda, recluido en su vivienda por los militares, escribió unas líneas dedicadas a Allende, que acabaron formando parte de lo que fueron sus memorias Confieso que he vivido. He aquí tres extractos:         

Mi pueblo ha sido el más traicionado de este tiempo. De los desiertos del salitre, de las minas submarinas del carbón, de las alturas terribles donde yace el cobre y lo extraen con trabajos inhumanos las manos de mi pueblo, surgió un movimiento liberador de magnitud grandiosa. Ese movimiento llevó a la presidencia de Chile a un hombre llamado Salvador Allende, para que realizara reformas y medidas de justicia inaplazables, para que rescatara nuestras riquezas nacionales de las garras extranjeras.
(…)
Las obras y los hechos de Allende, de imborrable valor nacional, enfurecieron a los enemigos de nuestra liberación. El simbolismo trágico de esta crisis se revela en el bombardeo del Palacio de Gobierno; uno evoca la Blitz Krieg de la aviación nazi contra indefensas ciudades extranjeras, españolas, inglesas, rusas; ahora sucedía el mismo crimen en Chile; pilotos chilenos atacaban en picada el palacio que durante siglos fue el centro de la vida civil del país.
(…)
Tenían que aprovechar una ocasión tan bella. Había que ametrallarlo porque nunca renunciaría a su cargo. Aquel cuerpo fue enterrado secretamente en un sitio cualquiera, aquel cadáver que marchó a la sepultura acompañado por una sola mujer que llevaba en sí misma todo el dolor del mundo, aquella gloriosa figura muerta iba acribillada y despedazada por las balas de las metralletas de los soldados de Chile, que otra vez habían traicionado a Chile.

El 16 de septiembre fue asesinado el cantor Víctor Jara. Encerrado en el Estadio Nacional, junto a miles de personas, no hubo piedad con su persona. Torturado y humillado, se acabó con su vida. "Canta ahora... a ver si ahora cantas, huevón", le dijeron mientras le machacaban los dedos de sus manos. Durante esos días escribió sus últimos versos:


Somos cinco mil aquí

en esta pequeña parte de la ciudad.
(...)
Canto, qué mal me sales.
Cuando tengo que cantar, espanto.
Espanto como el que vivo, como el que muero, espanto.
De verme entre tantos y tantos momentos del infinito
en que el silencio y el grito son las meta de este canto.
Lo que  nunca vi, lo que he sentido y lo que siento
hará brotar el momento...  

También esos días, el 23 de septiembre, murió Neruda. Creyó que Allende había sido asesinado por los militares, como así se defendió durante un tiempo y así lo reflejó en sus memorias. Testimonios posteriores de testigos, amigos de Allende, lo desmintieron. Neruda estaba enfermo de cáncer, pero no en su fase terminal. Es cierto que se vio muy afectado por lo ocurrido y por el acoso permanente de los militares que vigilaban su vivienda. Hoy sabemos que su muerte fue con toda probabilidad producto de un asesinato, perpetrado en el hospital donde había sido ingresado.


Miles de personas perdieron su vida durante la dictadura militar y decenas de miles fueron torturadas. A lo largo de los años, desde 1990, se han ido elaborando diversos informes sobre las violaciones de los derechos humanos producidas. En este siglo la Comisión Valech ha publicado dos informes. En el informe II, del año 2011, se reconoce que el número de víctimas  ha sido superior en relación al primero: 30 nuevos casos de personas ejecutadas o desaparecidas, hasta sumar 3.225; y 9.800 más torturadas y prisioneras políticas, para llegar a alrededor de 37.000. 


Todo hace pensar que puede haber habido más víctimas, cuyos nombres permanecen en el olvido. A lo que se añade otro problema, como vienen denunciando los familiares de las víctimas, dado que la mayor parte de quienes llevaron a cabo esas violaciones de los derechos humanos siguen impunes:

“Aquí hay un tema fundamental que viene de las comisiones anteriores, que califican víctimas pero no hay victimarios. Recordemos que hay una ley que esconde el nombre de los genocidas, entonces no es un Estado que intenta hacer justicia, sino que siente que esto es caridad, es un favor, sin asumir la responsabilidad y la obligación de dar respuesta a las víctimas y no seguir sometiéndolas a maltratos sicológicos permitiéndole impunidad a los genocidas”.

Fue la eterna sombra de 17 años que se cernió sobre Chile, que no era lo que habían soñado Allende y sue pueblo.

Salvador Allende, el hombre que se convirtió en el intérprete de tantas voluntades. De las multitudes. El mismo que en su discurso de 5 de noviembre de 1970 en el Estadio Nacional, ya elegido presidente, dijo:

Este Chile que empieza a renovarse, este Chile en primavera y en fiesta, siente como una de sus aspiraciones más hondas el deseo de que cada hombre del mundo sienta en nosotros a su hermano.