domingo, 27 de septiembre de 2020

El gobierno de coalición debe resolver sus contradicciones en un momento político delicado


Un momento político delicado 

La oposición de la derechona (léase PP, Ciudadanos y Vox) al gobierno, en forma de acoso permanente, está resultando insoportable. No falta el comportamiento, aunque menos estridente, de una parte importante del poder judicial, con el presidente en funciones del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial a la cabeza. Recientemente ha aparecido una nueva pieza en el juego de instituciones: el monarca. Aunque sin dejar de lado su dedicación a apagar como sea el fuego provocado por su padre, refugiado en el paraíso de los Emiratos Árabes, está haciendo más cosas. Y en ello ha tenido que ver la llamada hecha a Carlos Lesmes, la cabeza del poder judicial, para quejarse de la negativa del gobierno a que acudiera a Barcelona para presidir la entrega de despachos de los nuevos jueces.

La actitud de la derechona ha sido evidente desde el primer momento en que se gestó y aprobó la investidura de Pedro Sánchez para presidir el gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos. PP y Vox no han dado tregua en ningún momento. Un PP que está sumido en la corrupción más execrable, que hace todo lo posible para desviar la atención de lo suyo y utilizar otras instancias del estado para que salga lo menos dañado posible. Un Vox que rezuma a la vez el franquismo y los ingredientes del fascismo de nuestros días en forma de racismo, sexismo, homofobia y neoliberalismo. Y un Ciudadanos que, dentro de su nueva estrategia de querer centrarse un poco, sigue dando muestras, desigual e intermitentemente, de no desviarse del ese acoso.

Lo del poder judicial fue advertido por más de un jurista a principios de año. Con una fuerte presencia de profesionales conservadores, que además es mayor en los órganos de gobierno y las altas instancias, hasta el punto de hablarse de un búnker judicial, no han dejado de lanzar andanadas. Muchas han sido hechas individualmente, pero las peores están dirigidas desde el núcleo de ese poder y con la colaboración del PP. Gracias al bloqueo impuesto por ese partido, llevamos dos años sin que se haya renovado el órgano de gobierno, lo que conlleva que su presidente siga haciendo y deshaciendo a su antojo. Y ahora, de paso, haciendo públicas sus desavenencias con el gobierno, aprovechando lo ocurrido con la no presencia del monarca en Catalunya.

Y está lo del monarca, que, como se dice desde algunos medios jurídicos, se está alejando de la obligatoria neutralidad para escorarse cada vez más a las posiciones que defiende la derechona. Hay quien, como Ignacio Sánchez-Cuenca, ha señalado que le ha faltado la astucia de su padre, el emérito, que supo en los años ochenta acercarse al PSOE de Felipe González y a la vez mantenerse a distancia de esa AP presidida por Manuel Fraga que olía a franquismo y no dejó de acosar al gobierno.

El gobierno en sus contradicciones

El gobierno, por su parte, heterogéneo en su composición, no deja de dar muestras de contradicciones. La parte del PSOE sigue atada a su pasado. Eso conlleva que actúe con una timidez extrema en lo concerniente a determinadas instituciones del estado, aun cuando desde ellas se hayan vulnerado con descaro algunas de las reglas. También conlleva que en materia económica se mantenga fiel a los principios del neoliberalismo, lo que explica su interés por querer llegar a acuerdos con Ciudadanos de cara a los presupuestos generales del estado. 

En lo que respecta a Unidas Podemos, su actuación en el seno del gobierno está condicionada con la actitud del PSOE y la coyuntura surgida con la pandemia. Lo primero, por ahora, intenta resolverlo a través de una mezcla de paciencia y resistencia. Y lo segundo, aportando iniciativas que buscan incidir sobre los sectores sociales populares en general y los más vulnerables en particular. A ello se une el acoso particular que desde la derechona se está lanzando contra Pablo Iglesias, Irene Montero y Alberto Garzón, como miembros del gobierno, y Podemos, en este caso relacionado con su financiación. 

El panorama, pues, resulta difícil para el gobierno de coalición. De un lado está siendo duramente acosado por la derechona, avisado por la cúpula del poder judicial y ahora señalado por el monarca. Y de otro está sujeto a varios dilemas internos: uno, tomar un rumbo decidido de izquierdas, especialmente en materia socioeconómica, que lo vaya alejando del paradigma neoliberal; otro, apostar por el modelo federal, que reconozca la naturaleza plurinacional de los territorios; y, por qué no, reconocer los cambios que siguen operándose en la sociedad, cada vez más alejada, sobre todo en los grupos más jóvenes, de una institución, la monarquía, caduca, corrupta y de naturaleza antidemocrática.

De cómo se resuelvan las contradicciones, iremos viendo por qué camino discurriremos. Los apoyos a la derechona son fuertes: amplios electoralmente, aunque desiguales en los territorios; mayores en determinados ámbitos institucionales; y muy homogéneos en su contenido ideológico (monarquía, unidad de España y neoliberalismo).  

Por su parte, los apoyos al gobierno son, en un principio, potencialmente mayores. Lo son en cuanto a lo electoral, pero también porque tienen una mayor proyección de futuro, al basarse en las generaciones más jóvenes. Como debilidad esos apoyos se caracterizan por la gran heterogeneidad que contienen: una gran fragmentación política, expresión de la gran diversidad de grupos existentes en los ámbitos de referencia; y un reparto desigual por territorios, como reverso de lo ocurre con los apoyos a la derechona.

Epílogo

En 1923 la corona tuvo claro de qué lado ponerse: apoyó el golpe de estado de Miguel Primo de Rivera y la dictadura que le siguió en los ocho años siguientes. En agosto de 1930 la oposición a esa dictadura supo ponerse de acuerdo para derribarla y con ella, la institución que la coronaba. En abril de 1931 cayeron las dos.

En la actualidad la corona se está escorando hacia los apoyos que la sustentaron desde siglos. Quizás sea el momento de que, como azúcar en un líquido, acabe disolviéndose.