Ayer asistí a la presentación del libro de Salustiano Gutiérrez Baena Los Sucesos de Casas Viejas. Crónica de una derrota (Benalup-Casas Viejas, Beceuve, 2017). Tuvo lugar en el Teatro Municipal de Benalup-Casas Viejas y, de entrada, se caracterizó por dos cosas: la gran cantidad de público que asistió, lo cual muestra el interés que suscita el tema, tanto en el municipio como en otras partes; y la escenificación, en forma de coloquio a cuatro, fuera de las recurrentes disertaciones de quien hace la presentación protocolaria y quien protagoniza el acto.
Pero lo más importante fue el libro en sí, su contenido, lo que se cuenta en él, la forma de hacerlo, el enfoque metodológico, el objetivo principal... Todo eso es lo que fue saliendo en el coloquio entablado entre el editor de hecho, Francisco Alberto Sánchez Mazo; el compañero de trabajo y autor del Epílogo, José González Benítez; un historiador referente del anarquismo, José Luis Gutiérrez Molina; y el propio autor, Salustiano Gutiérrez Baena.
El libro trata de los Sucesos (con mayúscula, sí) acaecidos en enero de 1933 en Casas Viejas. Muy conocidos como tal acontecimiento, pero menos en sus detalles y, ante todo, como resaltó el autor, en lo que hubo antes y lo que vino después. Y es que para él sólo podemos entender en profundidad lo ocurrido si nos vamos a las causas, que prefiere llamarlas antecedentes, y consideramos las consecuencias, que prefiere llamarlas consecuentes. Si nos retrotraemos al siglo XIX y la conformación de un régimen político hecho a la medida de quienes detentaban la propiedad, que en buena parte del campo andaluz lo era de latifundistas; y seguimos, tras lo ocurrido en 1933, con el golpe militar de 1936, la guerra que le sucedió y la dictadura implacable subsiguiente. Siempre con el campesinado humilde, pero digno, como realidad sufriente. Por todo eso los Sucesos en sí ocupan poco espacio (entre una quinta y una sexta parte, dijo).
Es Salustiano un hombre alejado de la erudición, como reconoce en su libro y lo hizo en el acto. Por eso ha presentado su trabajo principalmente en forma de textos, en muchos casos reproduciendo las voces de sus protagonistas. En su mayor parte, víctimas, pero también, verdugos. O responsables o como se les quiera llamar. En todo caso el resultado es muy interesante, porque no le falta rigor, sino todo lo contrario. Está basado en un acopio de información, muy variada, que bebe de varias fuentes: las consultadas por él mismo en archivos, como, por ejemplo, el de Medina Sidonia, relativos a la estructura de la propiedad de la tierra o del poder municipal; en recursos prestados por historiadores, como el propio Gutiérrez Molina, tan valiosos para los sumarios represivos durante y después de la guerra; en los materiales recopilados por Jerome Mintz y aportados por su familia; en la gran cantidad de testimonios orales recogidos por él y por otras personas; en la también gran cantidad de imágenes de origen fotográfico recopilados, muy ricos en personajes; en la información aportada por los alumnos y las alumnas del IES Casas Viejas, donde trabaja desde 1992; en la consulta de obras bibliográficas y electrónicas; en la indagación en el mundo de la literatura, el periodismo o el cine, tan ricos en el tratamiento del tema...
No he podido leer todavía el libro en su totalidad, evidentemente, salvo el Prólogo de Gutiérrez Molina y el Epílogo de González Benítez; o, de él mismo, la Presentación, la Introducción, lo referido a la documentación o alguno de los personajes, como Francisco Estudillo Orellana, que acabó llegando a Barbate, logró rehacer su vida y donde finalmente murió. Pese a lo voluminoso del libro (800 páginas), acabaré devorándolo pronto y con gusto. Porque lo merece.
Enhorabuena, pues, a Salustiano.