Hace unos días me llegó la notificación del documental Las cloacas de Interior, elaborado por el diario digital Público. No pude verlo en la cadena que mencionaban, que emitió en el momento anunciado un partido de fútbol, pero sí pude hacerlo a través de la red, en youtube. Hoy lo ofrece Público, como antes lo habían hecho algunas televisiones autonómicas (TV3, ETB).
Precisamente ayer uno de los personajes clave del documental, el comisario Villarejo, fue detenido. El mismo que fue entrevistado por Jordi Évole en su programa "Salvados", de La Sexta. El mismo que lleva un tiempo ataviado con una gorra, barba, gafas de sol y cualquier objeto que le ayude a disimular el rostro. Un personaje turbio, en fin, formado en el ocaso de la dictadura, astuto sobreviviente en los años que le siguieron y luego forjador de una forma de actuar donde se juntan lo policial y lo empresarial, lo que debería ser público con lo privado, lo que debería hacerse con transparencia con el mundo de las cloacas del estado.
Por lo que estamos leyendo, el motivo de la detención son acusaciones graves en cuanto que ponen de manifiesto corrupción para un beneficio de lucro personal: cohecho y blanqueo de dinero por un asunto de pasaportes falsos a
inmigrantes. Pero dejan al lado, por ahora, lo principal: su papel en la corrupción política que se ha auspiciado en las altas esferas del estado.
En efecto, el nudo principal de Las cloacas de Interior se encuentra en la conocida como "operación Cataluña", surgida a raíz del inicio del procés. Dentro de los distintos episodios, se analiza de una forma especial el salido a la luz el año pasado sobre la filtración de una conversación entre el entonces ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, y el jefe de la Oficina Antifraude catalana, Daniel de Alfonso, en la cual hablaban sin tapujos de cómo montar una conspiración contra dirigentes de CDC y ERC.
Y es que en el fondo lo que se pone al descubierto en el documental es una estructura paralela en la cúpula de Interior que trasciende la legalidad, que ataca sin piedad fabricando pruebas falsas cuando aparecen supuestos enemigos (los partidos del procés, Podemos, facciones en el seno del PP...), que emplea a periodistas y medios de comunicación para esos fines (los Inda, Urreiztieta y compañía), que aparta a mandos policiales que empiezan a sospechar que algo huele mal o que los destruyen cuando osan averiguar lo que pasa.
¡Qué miedo! Y lo digo en serio.