miércoles, 29 de noviembre de 2017

A un amigo, sobre Catalunya

Estuve hablando el otro día con un amigo sobre Catalunya. Fue de improviso y durante poco tiempo. Es cierto que desde hace un tiempo está enviándome sus opiniones u otras ajenas sobre el tema, y no hace mucho me emplazó a hablar tranquilamente. La razón: las discrepancias que tenemos. Él es de izquierdas, pero se manifiesta como un unionista. Como ocurre con frecuencia, hace uso de argumentos donde abundan los tópicos, se extrapolan situaciones concretas o se falsean realidades. No falta, como le ocurre a tanta gente, el echar mano de argumentos que provienen de la tradición centralista española, que el fascismo reelaboró y aplicó desde la Guerra Civil a lo largo de cuatro décadas.

Intenté defender como punto de partida lo que para mí es la clave del problema: el derecho de autodeterminación, que sólo consiste en votar para que la gente se exprese si quiere ser o no parte del estado español. Pero, pese a mis intentos, no hubo manera de que fuera así.        


A lo largo de la conversación mi amigo se refirió a muchas otras cosas. He aquí algunos ejemplos: la incongruencia de ser de izquierdas e independentista (separatista dijo en alguna ocasión); lo inaceptable que le resulta que Cataluña pueda independizarse; la negación de represión del catalán o el mallorquín durante la dictadura; el adoctrinamiento independentista en los colegios; la consideración como de paletos el hacer del catalán el idioma vehicular en los centros educativos o en los nombres de los rótulos públicos, teniendo una lengua tan universal como el español; el apoyo al independentismo por la extrema derecha europea... 


Intenté, como pude, matizar o rechazar tópicos o lo que considero que son incongruencias, pero me resultó imposible, en parte, es verdad, por falta de tiempo. 


Pero entre todo lo hablado, hay una cosa que me llamó la atención, porque es muy corriente en los medios de comunicación del sistema. Me refiero a lo relativo a la consulta celebrada el 1 de octubre. Por supuesto que la consideraba ilegal y falta de garantías, cuando no la vino a calificar de una chapuza. Pero no tuvo en cuenta, sin embargo, que se hizo como se hizo porque en ningún momento hubo voluntad por parte del gobierno por llegar a un acuerdo. El rechazo a cualquier tipo de consulta lo han repetido insistentemente el gobierno, el PP y Ciudadanos, y estos días, contestando a Pedro Sánchez sobre el acuerdo de palabra que hubo sobre la reforma de la Constitución en el tema territorial, lo ha vuelto reiterar el propio Mariano Rajoy. Según ha declarado sólo se comprometió a "hablar", pero nunca sobre lo que pueda suponer la ruptura de España.


En algunos medios de comunicación hay periodistas que defienden lo del referéndum pactado. Desde ahí han criticado lo ocurrido desde que el Parlament aprobó en verano las leyes de transitoriedad y de referéndum, hasta la consulta del 1 de octubre y la posterior declaración de independencia. Pero no tienen en cuenta la cerrazón del gobierno y de quienes le han apoyado y lo siguen haciendo ahora. 


No voy a entrar en profundidad en el momento actual. Por un lado, con una parte del govern en la cárcel, la otra parte, junto al president, en Bruselas y dos dirigentes de la ANC y OC también en la cárcel. Y por otro, en plena campaña electoral. El escenario, como se dice ahora, ha cambiado. Porque, en efecto, la acción de la justicia y la aplicación del artículo 155 han golpeado duramente al procés y ha obligado a sus actores a un replanteamiento táctico. 


Tampoco voy a referirme en profundidad a los orígenes de la situación actual, en los que el PP resulta clave. Su anticatalanismo visceral, su recurso ante el Tribunal Constitucional sobre el Estatut de 2006 (aprobado por el Parlament y  el Congreso, y refrendado en referéndum en Catalunya), la sentencia de dicho tribunal (retrasada hasta que se consiguió una mayoría conservadora, previas maniobras del PP para que así fuera), su actitud a partir de 2011, cuando recuperó el gobierno y el control absoluto del Congreso, etc., son elementos primordiales que ayudan a explicarla.    


Reconozco que en todo lo que llevo escribiendo sobre el tema en mi cuaderno, que es mucho, no me he referido a los errores cometidos por quienes han dirigido el procés o a las contradicciones que existen entre sus integrantes. La razón principal es que, partiendo de mi defensa del derecho de autodeterminación, también defiendo el derecho que tienen a hacer lo que han hecho. Entre otras cosas porque se han visto abocados a ello. 


Otra cosa es manifestar por mi parte qué me gustaría que ocurriera. Esto es, si prefiero a Catalunya dentro o fuera de España. Prefiero lo primero, pero siempre que sus gentes lo hayan decidido libremente. Y entiendo el malestar que existe en buena parte de la población por el comportamiento del PP (malestar creciente, al menos hasta hace poco), que ha sido la base de que haya aumentado el número de personas que quieran independizarse.     

  
Espero que mi amigo me haya entendido. Lo invito a que lea mis entradas de los últimos meses sobre Catalunya. También, por qué no, el artículo que escribí en 2013, con el título "A propósito de 'España y Cataluña: trescientos años de historia', de Josep Fontana", que publicó Rebelión y del que también, claro, hice lo propio en este cuaderno

Post scriptum

He hablado con mi amigo esta mañana y me ha pedido que rectifique una de las afirmaciones que había puesto en su boca. Concretamente la relativa a que considerar el catalán como el idioma vehicular en los centros educativos sea una paletada. Retiro, pues, lo escrito por mi parte en ese aspecto.   

(Imagen: cartel de Joan Miró, 1977)