martes, 11 de abril de 2017

Solidaridad con Omar Bargouthi





















La resistencia palestina frente al sionismo no para. Dada la pertinaz represión que lleva a cabo el estado de Israel desde su fundación, esa resistencia ha ido adquiriendo formas distintas en cada momento. Una de las más recientes es el movimiento conocido como BDS, cuyas siglas significan Boicot, Desinversión y Sanciones a Israel. Está relacionado, a su vez, con la vieja idea de la creación de un único estado laico y democrático. Opuesto, por tanto, al estado de Israel, confesionalmente judío; y a la actual división territorial, donde la parte que corresponde a la población palestina carece de los derechos más elementales.    


En cierta medida se trata de un movimiento que está inspirado en las campañas que se llevaron a cabo contra el régimen racista de Sudáfrica, que conllevó dificultades en sus relaciones económicas con el exterior. Una forma, en fin, de denuncia a unos regímenes que tienen grandes similitudes: a la vez, racistas y represores (antaño, el sudafricano, y todavía presente, el israelí), con la relegación de las poblaciones indígenas (la negro-africana, en Sudáfrica, y la árabe-palestina, en Israel). Esa relegación supone una separación física, a modo de los bantustanes sudafricanos, como ocurre con los territorios de Cisjordania y Gaza, donde vive hacinada la mayoría palestina, que sufre unas condiciones de vida cada vez más deplorables y carece de los servicios básicos, que está sometida a la permanente vulneración de sus derechos, que está obligada a soportar la construcción ilimitada de colonias israelíes y, sobre todo en el caso de Gaza, que sufren periódicos ataques destructivos por parte del ejército israelí. En el caso de la población palestina que vive en los territorios controlados por Israel, aun cuando dispone de la ciudadanía israelí, sus derechos van deteriorándose con el paso del tiempo, sobre todo por la vía de los hechos. 


A diferencia de lo que ocurría en el apartheid sudafricano, con una inmensa población negro-africana imposible de expulsar, en el estado de Israel se tiene como objetivo no escrito la expulsión de la población árabe-palestina (ver la entrada de este cuaderno "Noam Chomsky e Ilan Pappé conversan sobre Palestina"). Buena parte de ella ya se encuentra en el exilio, preferentemente en los países próximos (Jordania, Líbano, Egipto...), pero también por otros más o menos lejanos. La expansión de las colonias israelíes por sus territorios no deja de ser una forma de mermar su espacio, de manera que se dificulte cada vez más su existencia. 


Y es aquí donde entra en escena el activista Omar Barghouti (puede leerse el interesante artículo publicado hoy en Rebelión), uno de los impulsores del movimiento BDS, que se encuentra encarcelado por la autoridades israelíes bajo la acusación inventada de un delito económico. Casado con una mujer palestino-israelí, tiene derecho de residencia, lo que no le impide que, dado su origen, pueda ser objeto de los abusos del estado israelí. Es una manifestación más del racismo sionista, que se ceba sobre quienes no son israelíes "pata negra". 


Se sabe que el movimiento le está haciendo daño a Israel, aun cuando éste sigue estando fuertemente apoyado por EEUU y numerosos gobiernos occidentales. En la práctica la actitud de las autoridades israelíes no deja de ser una huida hacia adelante. Tarde o temprano, como ya ocurrió con el régimen racista sudafricano, el régimen sionista israelí caerá.