martes, 18 de abril de 2017

Posibilidades para Mélenchon, en una primera vuelta de las presidenciales francesas abierta

La campaña de  las elecciones presidenciales francesas está al rojo vivo. Y nunca mejor dicho, ya que Jean Luc Mélenchon ha roto los pronósticos iniciales después de haberse convertido en un aspirante serio a la presidencia. Tras el fiasco inicial del candidato conservador, François Fillon, inmerso en comportamientos corruptos, se había trasladado la disputa a la candidata del Frente Nacional, Marine Le Pen, y al disidente socialista, de corte centrista, Emmanuel Macron. Por otro lado, lejos, se encontraban el candidato oficial del PSF, Benoît Hamon, y el propio Mélenchon, candidato principal de la izquierda bajo la fórmula de la Francia Insumisa. Pese a  todo, ahora mismo puede decirse que no hay nada decidido de cara a la votación del próximo domingo. 

Según se desprende de la mayoría de los últimos sondeos, tanto Le Pen como Macron se han estancado e incluso ha bajado en las previsiones, con una intención de voto entre el 22% y el 24%. Llama la atención la resistencia de Fillon, al que se había descartado semanas atrás, pero que mantiene un nivel de apoyos nada despreciable, no inferiores al 18%. Lo más sorprendente, sin embargo, se encuentra en la constante subida de los apoyos de Mélenchon, que ha pasado de niveles inferiores al 10% a duplicarlos, por encima del 18%. El principal perjudicado de esta subida ha sido Hamon y por partida doble: desde le primer momento, por la preferencia de los barones del partido por Macron, con el consiguiente apoyo de parte del electorado del PSF e incluso de sectores conservadores disgustados con Fillon; y ahora, por la tendencia en el electorado de izquierdas de orientar el voto hacia Mélenchon, mucho más decidido en su discurso, con una personalidad más fuerte y con un programa nítidamente de izquierdas.

Teniendo en cuenta las características del sistema electoral francés, con un ballotage en la segunda vuelta a cargo de las dos candidaturas más votadas en al primera, se está haciendo hincapié en el juego de opciones que el electorado tiene ante sí. Eso supondría que bastante gente, dentro de los parámetros del llamado voto estratégico, optaría por un candidato no preferido en primera instancia si de esa manera evitara que no triunfara la candidatura no deseada. 

Se han llegado a hacer sondeos en este sentido, de manera que, por ejemplo, Le Pen, que podría ser la más votada en la primera vuelta, tendría escasas posibilidades de ganar en la segunda. Incluso en la hipótesis de tener que enfrentarse a Mélenchon, saldría perdiendo.

Esta nueva situación es la que quizás explique la resistencia de Fillon en las encuestas, lo que reflejaría que una parte del electorado más moderado, sobre todo de la derecha, lo que busca es evitar que gane el candidato de la izquierda. En este caso el perjudicado sería el que hasta ahora se creía que era el favorito en la segunda vuelta, Macron, con un perfil centrista que potencialmente atrae a sectores del electorado moderado de derecha y de izquierda.

El contexto en el que se están dando estas elecciones resulta de gran importancia para el futuro de la UE y también de sus relaciones con EEUU. El brexit ha supuesto un contratiempo, en gran medida reforzado por el triunfo de Trump en EEUU. Dos de los candidatos, Fillon y Macron, se inscriben dentro del europeísmo neoliberal dominante, lo que conlleva mantener el statu quo institucional, económico e internacional, incluido lo referente al tratamiento de las personas de origen extranjero que viven o aspiran a ello dentro de las fronteras europeas. 

Por otro lado, mientras Le Pen mantiene una postura antieuropeísta, más proteccionista en lo económico y descaradamente xenófoba, Mélenchon se sitúa en una posición claramente diferenciada, tanto de los primeros como de la candidata del Frente Nacional. No siendo antieuropeísta, sí se opone al actual modelo de la UE, sujeto a los cánones del neoliberalismo. A su vez, desde los valores de la izquierda no defiende medidas de carácter xenófobo, a la vez que busca atraer a todos los sectores asalariados. Para ello propone la recuperación por el estado de mayores atribuciones, de manera que puedan tomarse medidas que favorezcan los salarios y los derechos sociales, tan castigados por las políticas neoliberales de los gobiernos anteriores.

La irrupción de Mélenchon ha sido, pues, clave para entender esta nueva situación. Y lo ha hecho, en primer lugar, llevando a cabo una atrevida estrategia electoral en la que ha combinado el empleo de las nuevas tecnologías de la información con cambios en el discurso, enfatizando aquellos aspectos relacionados con lo nacional-popular. Esto explica, a nivel simbólico, el canto de “La Marsellesa” al final de los actos electorales y la mayor presencia de las banderas francesas. En cierta medida busca arrebatar a Le Pen el monopolio del discurso nacionalista, sobre todo cuando se dirige a los sectores sociales asalariados de origen no inmigrante, antaño abrumadoramente de izquierdas, pero en los últimos años desplazados en parte hacia el Frente Nacional.  

A la volatilidad inesperada del voto de los últimos días hay que unir lo que representa el electorado que no ha decidido aún su voto o que no ha querido expresarlo en los sondeos, que se ha cuantificado en torno a la tercera parte. Se dice que este voto, en especial el oculto, beneficiaría más a Fillon, más anclado en lo que se denomina como Francia profunda, tradicionalmente conservadora y que ha alimentado al gaullismo desde 1945.

En todo caso, tanto la indefinición como el ocultamiento del voto lo que hace es añadir un ingrediente más de imprevisibilidad a la votación del domingo. Todo puede ocurrir en lo que respecta a Le Pen, Fillon, Macron y Mélenchon, pues parece claro que Hamon ya está descartado. Hay muchas cosas en juego, de máxima importancia para Francia, Europa y el mundo. Veremos que deciden en un primer momento los franceses y las francesas.