domingo, 20 de marzo de 2016

Brasil y Lula, en la encrucijada de América Latina

Brasil se encuentra en efervescencia política. El país está polarizado. Existe una intensa ofensiva desde la derecha política y social para acabar con la presidencia de Dilma Rousseff. Los numerosos casos de corrupción de miembros del Partido de los Trabajadores (PT) se están utilizando para cercar a la presidenta y a su partido. Y ahora ha aparecido en el escenario Lula da Silva, presidente entre 2003 y 2011.

Corrupción crónica y ciclo de crecimiento económico

La corrupción en Brasil está inserta en el contexto latinoamericano, un fenómeno crónico y generalizado que abarca al conjunto de las élites económicas, se esparce hacia los niveles sociales mas bajos y atrapa a los distintos niveles de la administración. Ningún gobierno se ha visto libre de ella, por lo que su combate resulta difícil, necesita una voluntad decidida y no puede resolverse de la noche a la mañana. 

En el trasfondo actual de Brasil se encuentra el fin del ciclo de crecimiento económico, cuyas causas hay que buscarlas en parte en la retracción internacional. Buena parte de las clases medias, que han aumentado y se han beneficiado durante el periodo de bonanza, están mostrando su malestar. Espoleadas por los sectores oligárquicos, buscan desplazar del gobierno a quienes desde 2003 iniciaron una nueva etapa en la historia brasileña basada en la redistribución de la riqueza. 

El procesamiento de Lula 

El que se haya involucrado ahora a Lula da Silva no es una mera coincidencia. Hace unas semanas manifestó la posibilidad de volver a presentarse como candidato presidencial para 2018. Lo que están haciendo ahora es apuntar a la figura clave del PT, dado el enorme poder simbólico de su figura. Su procesamiento por corrupción puede ser interpretado de muchas maneras, pero la forma como fue tratado por un juez federal hace dos semanas, que llegó a detenerlo y luego negarle su salida de casa, no ha dejado dudas en la mayor parte de los medios jurídicos, que la han calificado como un acto abuso de poder judicial.

El intento de Rousseff por sacarlo de ese enredo judicial mediante su nombramiento como ministro, lo que supondría su aforamiento, ha dado lugar a que la cosa se complique más. El mismo juez que inició el procesamiento sacó a la luz una conversación telefónica privada en la que Rousseff comunicaba a Lula su nombramiento. El enredo es tal, que se han tomado sucesivas varias decisiones judiciales contrarias entre sí, si bien prevaleciendo ahora la del Tribunal Supremo, que anula cautelarmente el nombramiento.

La polarización política

Las calles de las principales ciudades del país están siendo escenario de movilizaciones antagónicas. De un lado, las de quienes buscan el derrocamiento de la presidenta y su gobierno, aprovechando el culebrón judicial de Lula, y de otro, las de quienes defienden en estos momentos primordialmente a Lula da Silva. Pero no sólo

El Partido de los Trabajadores surgió en las postrimerías de la dictadura brasileña, en 1980, como expresión de varios movimientos populares, especialmente del sindicalismo combativo y la lucha por la tierra. Eso propició que fuera ganando apoyos con el paso de los años, con Lula como su figura más emblemática, dada su trayectoria de lucha política y sindical.

Los gobiernos del PT desde 2003 han propiciado que millones de personas hayan salido de la peor de las miserias y las condiciones de vida de los sectores humildes del país haya mejorado considerablemente. Esta política de redistribución de rentas se ha visto favorecida por el ciclo de crecimiento económico internacional, que ha posibilitado el aumento de las exportaciones de materias primas (agrarias, energéticas, minerales...) y, en menor medida, el desarrollo de la industria nacional. 

En todo caso, tanto la oligarquía como las clases medias también se vieron beneficiadas. En el primer caso, porque aumentaron sus beneficios. En el segundo, por la movilidad social ascendente derivada de ese crecimiento (nuevas empresas, profesiones liberales...) y la ampliación de los programas sociales (educación, sanidad...), y el aumento de la capacidad de consumo privado.

La reacción de la oligarquía y del imperio

En época de vacas flacas la situación se hace más difícil. Es el momento idóneo que la oligarquía aprovecha para recuperar la influencia perdida. Y para ello induce a los sectores sociales que, perjudicados por la crisis y sensibles ante la corrupción, puede aportar mucha gente a las movilizaciones contra el gobierno. Es principalmente desde las clases medias donde se están nutriendo las movilizaciones que ya empezaron hace dos años, en los meses previos al mundial de fútbol, y que se han redoblado en las últimas semanas. 

No hay nada nuevo en el continente, como puede verse en los casos de Venezuela, donde la derecha ha ganado las elecciones parlamentarias, o Argentina, con el triunfo presidencial del neoliberal Mauricio Macri. Incluso, aunque con otras connotaciones, el caso de Bolivia, con la derrota de Evo Morales en el referéndum que pretendía modificar la Constitución para que pudiera optar a ampliar su mandato.    

Tampoco es nuevo que EEUU esté involucrado en todo esto. El imperio ha sido la principal perjudicado del proceso democratizador y emancipador de buena parte de los países latinoamericanos. Sus intereses económicos y geoestratégicos se han visto limitados. 

Y Brasil desde 2003 ha participado en esa ola liberadora. Menos, en lo referente a socavar la estructura de dominio oligárquico y de connivencia con el imperio, pero sí, en primera línea, en la política internacional. Ha sido protagonista en la formación de entes supranacionales latinoamericanos, como Unasur, CELAC y Alba. Y también, en los contactos con otras potencias emergentes, conocidas como BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que buscan una vía alternativa a la hegemonía económica de EEUU y sus aliados occidentales.

América Latina y Brasil, en la encrucijada

El jueves pasado Boaventura de Sousa declaró en una entrevista en Rebelión lo siguiente, refiriéndose a la actual situación en América Latina: "La derecha cuando quiere el poder es cada vez más ofensiva y agresiva (...): la derecha viene más revanchista que antes. El mejor ejemplo es Argentina. Y ahora Brasil y Venezuela. El neoliberalismo global tiene amigos fuertes en Washington. 50 años después de los golpes militares dirigidos por Estados Unidos, tenemos hoy una forma que no es de intervención para golpe, pero sí de contribución para acabar con las democracias más progresistas y esta pasa por afirmar que aquellas son una amenaza".

Ayer, como ha informado www.teleSURtv.net, el presidente boliviano, Evo Morales, ha solicitado la convocatoria de una reunión de Unasur para defender la democracia en Brasil. Ha declarad que "Ahora hay otra clase de golpes en las revoluciones democráticas. Lo que hacen es buscar un golpe congresal o judicial. Es lo que está pasando en Brasil. Después de siete años de dejar la presidencia, al compañero Lula quieren procesarlo, condenarlo e inhabilitarlo para que no se lance como candidato".