El levante algo enfurecido
Hoy es día de levante. No sé qué velocidad ha alcanzado, pero, sin vaciarla, ha dejado la playa de Barbate con escasos visitantes y ha impedido el trasiego continuo de gente que cada día de verano llega hasta la Barra. He sentido su tacto mientras paseaba por la playa, entre el agua y la arena. Sé que eso es hacerlo con ventaja, lejos del peligro que corren los héroes que se atreven a navegar por el mar en busca de sus residentes y que en tantas ocasiones les ha llevado a la muerte. Y lejos también de quienes en su intrepidez le retan montados sobre tablas para sentir el placer de surcar sus olas. Mi lucha ha consistido en soportar sus estridencias racheadas. Con esa arena fina que lanza sin cesar y que se estrella como pequeños picotazos sobre los cuerpos. Esa arena que espolvorea por el aire y difumina el horizonte para hacerlo casi desaparecer. He visto en la Barra cómo se entremetía en el combate que día a día mantienen el río y el mar para hacer valer sus aguas, provocando un mayor revoltijo en su ir y venir. Y me ha hecho balancear cuando buscaba llegar a pie al pequeño islote de arena que se ha quedado aislado entre las aguas. Ahora parece que se va calmando, mientras la playa se va vaciando en su ciclo de bajamar. Pero esta tarde, ha soplado algo enfurecido. Como con ganas después de largas semanas de haber estado aletargado.