Llevamos meses viendo el aumento del trasiego constante de miles y miles de personas que intentan cruzar las fronteras europeas desde el sur o que, ya dentro, buscan reubicarse como pueden. Personas que son víctimas de las guerras que están sufriendo o de la miseria instalada en sus países de origen. A la par, quienes gobiernan en Europa discuten sobre cupos, sobre la forma de disuadir o retener a esa riada humana que no cesa e incluso sobre la condición religiosa que deben tener. Entre gases y porrazos se están levantando nuevos muros para dificultar su paso.
Ayer Yanis Varoufakis denunció que la primavera griega fue aplastada no por los tanques, sino por los bancos. La primavera que supuso la llegada de Syriza al gobierno en enero y el rotundo triunfo del no en el referéndum de julio. Sin pelos en la lengua, el antiguo ministro de Finanzas lanza sus diatribas contra los responsables de la crisis griega, advierte de los riesgos que corren otros países, denuncia dónde se encuentra el origen de la situación que lleva años viviendo Europa, se atreve a calificar de terrorista a la troika y no duda en mostrar sus distancias del rumbo tomado por Tsipras y su gente.
Tiempo ha, en plena Guerra Fría, sentimos el permanente acoso de una propaganda que nos hablaba del Telón de Acero, del Muro de Berlín, de los tanques soviéticos sofocando primaveras en Budapest y Praga... ¿Y ahora, qué está ocurriendo?