Saltó a la fama cuando en 1978 fue elegida como miembro de la Academia de la Lengua. Por entonces se dijo de ella que fue la primera mujer académica, pero al parecer ya lo había sido María Isidra de Guzmán y de la Cerda a finales del siglo XVIII.
Carmen Conde había desarrollado su carrera profesional después de la guerra sobre todo en el mundo de las bibliotecas y de las editoriales, aunque de joven se inició como maestra, a la vez que se fue abriendo al mundo de la literatura. De esta manera conoció al que acabó siendo su marido, Antonio Oliver, profesor y escritor vinculado a la generación del 27. Ambos participaron en varias iniciativas destinadas a elevar el nivel cultural de la gente humilde, como fue la fundación de la Universidad Popular de Cartagena en 1928 y la participación en las Misiones Pedagógicas que el gobierno republicano puso en marcha en 1932.
La guerra acercó a Carmen Conde a la revista anarquista Mujeres Libres, donde salieron sucesivamente algunas colaboraciones en forma de artículos, poemas y una pequeña obra teatral. Las firmó con su propio nombre, con las iniciales C.C. o con el pseudónimo de Florentina. Con éste inició su primera colaboración, en el número 3, con el artículo titulado “Sobre el delito de la obediencia” y posteriormente, en el número 9, salió el artículo "Sobre la fe". Los poemas publicado fueron "El mundo empieza fuera del mundo" (en el número 10), "A los niños que mueren en la guerra" (número 11) y "Poema del aire de la guerra" (número 12). La pequeña obra teatral se titula "La Luna que se escapó del cielo" y apareció en el último número de la revista, el 13. Una muestra del momento dramático que percibió durante ese momento es el "Poema del aire de la guerra", de 1937 y escrito en prosa, que empieza de esta manera:
"El aire está quebrado, camaradas, en larguísimos tajos de gritos; infinitos muslos, muchedumbre de piernas y brazos, ejércitos de manos y de pies estallados, pueblan el aire. Las bocas negras de los cañones enemigos perforan la tierra donde nuestros hermanos lanzan su heroísmo preparando cosechas dramáticas de ojos, corazones y sexos jóvenes, que luego comeremos en frutas".
Ella y su compañero mantuvieron su compromiso con el bando republicano y al final la guerra tuvieron que ocultarse por separado durante un tiempo y sufrir una especie de exilio interior hasta que con el tiempo se fueron integrando en la vida de una forma normalizada. Ella misma llegó a definir ese tiempo como "40 años de aguante con dignidad y valor y obra", cuando se refirió a la votación en la Academia en pugna con Rosa Chacel, otra escritora que, curiosamente, también colaboró con la revista Mujeres Libres. Chacel, sin embargo, esos 40 años los pagó con el exilio.