Podemos leer hoy en Público un interesante artículo de Ignacio Ramonet: "Los nuevos Estados de vigilancia". Publicado en el número de octubre de Le Monde Diplomatique, se trata de una reflexión, muy bien argumentada, sobre un aspecto de gran importancia en el mundo que vivimos: la vigilancia a la que nos someten el estado, fundamentalmente, y las empresas comerciales. La revolución tecnológica y el empleo de las mismas a través de plataformas privadas, a modo de redes sociales, nos ha abocado a ofrecer nuestra privacidad para que sea utilizada a sus antojos, sin quererlo en la mayor parte de las veces.
En el caso de las empresas comerciales hemos abierto la puerta para que nos ofrezcan casi de inmediato y de una forma permanente un aluvión de ofertas que acaban moldeando nuestros gustos y costumbres. Se ha creado un mercado en que se intercambia información a nuestras espaldas, puesta al servicio de esos fines de consumo.
Pero más peligrosa es la vigilancia a la que nos están sometiendo los estados. Ramonet se refiere a lo que Julian Assange denomina "complejo de la seguridad y de los digital", que está formado por los propios estados, los aparatos militares de seguridad y las grandes compañías que controlan las redes electrónicas. Desde estas últimas hemos cedido nuestra privacidad, que después, con la ayuda de satélites, drones, cámaras de infrarrojos o cámaras de vídeo, es analizada por miles de personas que, al servicio de los estados y sus aparatos de seguridad, "buscan y clasifican la información que generamos sobre nosotros mismos". Una vigilancia inmaterial y omnipresente.
Son las generaciones de menos de cuarenta años las que están mejor instaladas en el uso de las nuevas tecnologías, de manera que actúan en "el ecosistema en el que han pulido su mente". En general nos estamos aprovechando de sus enormes posibilidades, como si fuera "un ágora sin límites", pero también hemos cedido parte de nuestra libertad en pos de la seguridad. Y el problema es que, parafraseando a Benjamin Franklin, cediendo la primera, se acaba perdiendo la segunda.
No le falta una alusión al papel que están jugando en la actualidad personajes como Julian Assange y Edward Snowden, a los que Noam Chomsky califica de "lanzadores de alertas", luchadores "por una información libre y transparente". En la senda trazada desde el siglo XIX por quienes viviendo en sociedades democráticas se resistían a la intrusión de los estados en su privacidad.
Estamos viviendo estos días en Europa un momento particularmente difícil. Los atentados de París están poniendo a prueba las advertencias que Ramonet ha lanzado en su artículo. Los gobiernos, con el apoyo de la mayor parte de los medios de comunicación, están tomando medidas que van en la línea de uno de los peligros apuntados. Nos están pidiendo que cedamos libertad para conseguir mayor seguridad. No está de más que recordemos las palabras de Franklin.