El pasado 28 de diciembre apareció la carta escrita por Christine Ann Assange, madre de Julian Assange, dirigida a la opinión pública internacional, en la que denuncia la situación cruel en que se encuentra su hijo.
Junto a los sentimientos de dolor que expresa, como puede verse tras su lectura, hay otra cosa que está llamando la atención y la escasa repercusión que está teniendo en los medios de comunicación, incluyendo buena parte de los que en su día publicaron los conocidos como "Papeles de WikiLeaks". En su momento fueron una buena ocasión para hacer negocios con ellos o, mejor dicho, con las partes que se atrevieron a publicar. Y es que, en primer lugar, cuando pasaron de ser noticia de primera plana, la rentabilidad económica disminuyó. Pero, ante todo, claro está, no faltaron las presiones provenientes de los grandes poderes internacionales, con el gran imperio a la cabeza, capaces de hacer silenciar a quienes priman los negocios por encima de los derechos humanos. Esos medios son los mismos que se han desentendido en lo fundamental del calvario en vida que está sufriendo Julian.
Pero lo mejor es leer la carta. Corta y rotunda, denuncia la infame confabulación tramada entre poderosos contra su hijo.
Christine Ann Assange.
Hace
cincuenta años, cuando di a luz por primera vez como madre joven, pensé que no
podía haber dolor más grande, pero pronto lo olvidé cuando sostuve a mi hermoso
bebé en mis brazos. Lo llamé Julian.
Ahora me doy cuenta de que estaba equivocada. Hay un dolor más grande.
El dolor
incesante de ser la madre de un periodista galardonado, que tuvo el valor de
publicar la verdad sobre los crímenes gubernamentales de alto nivel y la
corrupción.
El dolor de ver a mi hijo, que intentó publicar verdades importantes, manchado a nivel mundial.
El dolor de ver a mi hijo, que arriesgó su vida para denunciar la injusticia, inculpado y privado del derecho a un juicio justo, una y otra vez.
El dolor de ver a un hijo sano deteriorarse lentamente, porque se le negó la atención médica y sanitaria adecuada en años y años de prisión.
La angustia de ver a mi hijo sometido a crueles torturas psicológicas, en un intento de romper su inmenso espíritu.
La constante pesadilla de que sea extraditado a los Estados Unidos y luego pasar el resto de sus días enterrado vivo en total aislamiento.
El miedo constante de que la CIA pueda cumplir sus planes para asesinarlo.
La ola de
tristeza cuando vi su frágil cuerpo caer exhausto por un mini derrame cerebral
en la última audiencia, debido al estrés crónico.
Muchas personas quedaron traumatizadas al ver una superpotencia vengativa que usa sus recursos ilimitados para intimidar y destruir a un individuo indefenso.
Quiero dar
las gracias a todos los ciudadanos decentes y solidarios que protestan
globalmente contra la brutal persecución política que sufrió Julian.
Por favor, sigan levantando la voz a sus políticos hasta que sea lo único que oirán.
Su vida
está en sus manos.