jueves, 3 de julio de 2014

Lo que dice Max Neef sobre el neoliberalismo

Anoche estuve viendo en La Tuerka una entrevista al economista y ambientalista chileno Manfred Max Neef. Persona con una trayectoria dilatada, recibió hace tres décadas el premio Right Livelihood Award, conocido como premio Nobel alternativo. El motivo de su estancia en España es la presentación de su libro La economía desenmascarada.

Mientras contestaba a las preguntas tuve la sensación de que era un hombre sabio, a lo que une la experiencia vital con su presencia en numerosas situaciones, países e instituciones. Fue muy rotundo en negar el carácter científico de la Economía y más todavía cuando hay personas de ese campo que buscan encuadrarla dentro de las “ciencias duras”. No tuvo empacho en decir que sus gurús, insertos de lleno en el pensamiento neoliberal, lo único que hacen es inventarse explicaciones ante los fracasos sonados de sus planteamientos y predicciones. Fracasos como el hambre, el paro, la explotación de las personas, los desahucios, la agresión a los ecosistemas y tantos otros. Se refirió por ello a la externalización en los costes de producción, donde la economía dominante elimina del valor los costes ambientales. Por eso identificó la economía actual con la crematística, donde el dinero lo encubre todo. Un dinero, además, que está inflado a través del cúmulo de operaciones especulativas que no cesan y que controla una minoría. Se refirió también a las muertes que en general ocasiona el sistema capitalista, superior incluso al de las guerras, y que provoca de muchas formas, como el hambre, la ausencia de servicios sanitarios o las enfermedades derivadas de numerosas acciones perjudiciales. Los suicidios los relacionó directamente con este sistema, por tratarse de asesinatos, producto de la desesperación de la gente cuando se le impide poder seguir viviendo.


Max Neef defiende una economía al servicio de la gente, para que su puesta en práctica permita la permanente redistribución de los bienes y servicios. Eso le llevó a deslindar los conceptos de crecimiento y desarrollo. El primero, como una forma de producir más, sin sentido, para estimular el consumo, y con él, a la vez, el enriquecimiento de quienes controlan la producción y la agresión a la naturaleza. En cuanto al desarrollo lo entiende, por el contrario, como la forma de adquirir lo necesario para vivir dignamente. Desde esta perspectiva dijo que los países más ricos ya han llegado al límite del crecimiento, mientras que el resto necesita aún seguir desarrollándose. Lo que no tiene sentido  es que existan -puso como ejemplo- cientos de tipos de champú cuando con unos pocos bastaría.