Desde joven estuvo comprometido en la lucha política como militante del comunismo argentino. Luego vivió un trasiego hacia el guevarismo, radical y guerrillero, y acabó fundiéndose, junto a sus compañeros, con los sectores peronistas revolucionarios en el movimiento montonero de los años 70. Por ello con él y su familia se cebó la represión militar. Tuvo la suerte de no ser encarcelado, al encontrarse fuera del país cuando el golpe. No le ocurrió lo mismo a su hijo Marcelo, su nuera María Claudia y su futura nieta, que pasaron al mundo de las desapariciones. En el exilio vagó por varias ciudades del mundo hasta recalar en la capital de México. En 1978 se atrevió incluso a regresar clandestinamente a su país para enseñar a un grupo de periodistas los horrores de la dictadura. Al poco acabó rompiendo con lo que consideraba sectarismo y estrategia suicida de los dirigentes peronistas.
Nunca perdió el norte de su causa, utilizando con profusión la pluma como arma. Mantuvo la dignidad cuando en 1988 el presidente Menem le concedió el indulto a la par que lo hacía con los responsables de la dictadura. "Me están canjeando por los secuestradores de mis hijos y de otros miles de muchachos que ahora son mis hijos", sentenció. Tampoco perdió la esperanza de recuperar la memoria de esa parte de su familia que hicieron desaparecer. Sabía que su hijo y su nuera nunca volverían, devorados por las fauces del terror. Pero no olvidó a su nieto, como se refería al ser que albergaba su madre cuando fue detenida. Y lo consiguió poco a poco. En 1978 supo que del vientre de su nuera había nacido una criatura. En 1990 aparecieron los restos de su hijo, envueltos en un ataúd de cemento enterrado en el fondo de un río. En 1998 supo que su nuera había sido llevada a Uruguay, donde dio a luz a su hija. En 2000, por fin, encontró a una mujer de 23 años, robada al nacer por sus captores y entregada a la familia de un policía uruguayo. Era su nieta. Se llama Andrea.
Gelman no ha sido uno de mis favoritos, pero sí uno de los referentes. Lo he seguido desde hace bastantes años, principalmente a través de sus artículos en El País, primero, y en Rebelión, donde ha estado muy presente. Alcanzó su cumbre literaria en 2007 cuando le concedieron el premio Cervantes. Un galardón que sonó a reconocimiento literario y humano. Dejo de él un poema que sirve para ilustrar su obra, por supuesto su vida y, quizás, lo que quisiera que quedara de él tras su muerte.
Epitafio
Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi sangre.
Mi corazón era un violín.
Quise o no quise. Pero a veces
me quisieron. También a mí
me alegraban: la primavera,
las manos juntas, lo feliz.
¡Digo que el hombre debe serlo!
Aquí yace un pájaro.
Una flor.
Un violín.