sábado, 20 de julio de 2013

¿Fin del ciclo progresista?

Publicado en www.rebelion.org el 21 de octubre de 2006.


Se utiliza últimamente mucho el término ciclo político. Pese a ello hasta ahora no ha tenido el éxito de las diversas teorías sobre los ciclos económicos. Pero al margen de lo adecuado o no, lo cierto es que en el mundo de la política se usa con bastante frecuencia, no a modo de grandes periodos de tiempo, es decir, estructuras, sino de ciclos más o menos cortos que suponen, en el fondo, aceptar que en un país  o en varios a la vez se está produciendo una alternancia en el gobierno. Sus protagonistas serían los partidos que representan las dos tendencias políticas mayoritarias: la conservadora (partidos democristianos, conservadores o liberales) y la progresista (básicamente los partidos socialistas o socialdemócratas, con el apoyo, dependiendo las circunstancias, de verdes, comunistas...).

El ciclo progresista y sus límites

No vamos a entrar aquí en la naturaleza política de los actuales partidos socialistas o similares, coincidentes en lo fundamental con los conservadores, como tampoco en la catalogación de lo que es o no la  izquierda. Nos quedamos con la existencia de una conciencia en las personas que les lleva a autoubicarse ideológicamente, lo que conlleva optar por una tendencia u otra en cualquiera de sus variantes cuando depositan su voto o simplemente no hacerlo (absteniéndose, votando en blanco...). En el actual ciclo político de Europa ha predominado hasta ahora, y en líneas generales, la tendencia progresista, en la medida que los partidos conservadores han tenido dificultades para llegar a gobernar o poderse mantener en el gobierno.

La derrota en España del PP, tras su política ultraliberal y ultraatlantista y su gestión y manipulación del atentado de marzo de 2004, marcó el momento culminante del ciclo progresista, precisamente en un país donde la derecha política parecía estar sentando las bases de un periodo de gobierno más amplio. Si a eso le unimos, siguiendo en España, que un año antes las elecciones municipales habían marcado un pequeño avance de los grupos progresistas, que en Cataluña a finales del mismo 2003 el tripartito de PSC, ERC e IC-LV-EUiA acababa con 24 años de gobierno nacionalista conservador o que en Galicia, ya en el 2004, PSG y BNG hacían lo propio con otros tantos años de gobierno de AP/PP, el ciclo progresista parecía consolidarse. La encuestas, además, han estado ratificando esa tendencia, pese a la estrategia política tan dura desarrollada por el PP en frentes como el autonómico, las conversaciones con ETA, la investigación del 11M, el religioso, el educativo, la inmigración, los derechos civiles, algunos aspectos de la política exterior, etc.

Pasado el verano y llegado el otoño parece que las cosas están cambiando. Fuera de España la democristiana Merkel ha conseguido recuperar para su coalición el primer puesto en Alemania, aunque el partido socialdemócrata logró frenar el avance y se dio un avance de la izquierda más radical. El  “laborismo liberal” de  Blair parece agotado, abandonado por sus bases sociales populares  y políticas progresistas, y con una naturalización de los apoyos hacia el partido conservador. En Italia los grupos progresistas han podido in extremis con Berlusconi y sus aliados. Lo que ocurra en Francia es difícil de saber por ahora, pero en este país, al margen de quien gobierno, existe una sociedad civil lo suficientemente activa como para cambiar de inmediato el signo político del gobierno o derrotar iniciativas de envergadura. Esto último ocurrió el año pasado con el referéndum de la Constitución europea y el triunfo del no. En algunos casos se buscado la vía del acuerdo entre los dos grandes partidos, como en Alemania y Austria, para la gobernabilidad del sistema. Algo que, por cierto, se pensó en 2003 para Cataluña (PSC y CiU) y que no es descartable en la actualidad si llegara el caso.

En España las cosas parecen distintas que al principio de año. Cataluña, quizás una vez más, puede marcar otra tendencia. Lo ocurrido en torno al Estatut, antes y tras el referéndum, ha influido en el PSC y ERC. El primero, por la dualidad de su base social y de sus presupuestos políticos. El segundo por la contradicción que vive entre su electorado nacionalista más radical y el más moderado, que oscila entre CiU y ERC. CiU parece ser el más beneficiado, desde la tradicional visión pactista y práctica de la burguesía y sus aliados, lo suficientemente catalanista para atraer a los sectores nacionalistas más moderados y moderada para no espantar a los sectores sociales que representa, interesados ante todo de sus negocios.  El PP, por su parte, nada en un contexto muy difícil, porque su base social la tiene ocupada el nacionalismo conservador de CiU, que además se espanta de la radicalidad anticatalana que existe en el resto del estado y que tanto explotan dirigentes como Acebes y Zaplana o medios de comunicación como la COPE o El Mundo. IC-LV-EUiA, por último, no sólo parece mantener sus modestos, pero nada desdeñables, apoyos, sino que puede que los incremente, haciendo especial énfasis en un nacionalismo federalista, cierto reformismo social y una imagen “verde” que atrae a algunos sectores de la población joven.

Las últimas encuestas siguen apuntando los importantes apoyos del PP, pero también sus límites: consolida posiciones, sobre todo por la extrema derecha, pero espanta a los partidos nacionalistas conservadores (PNV, CiU o CC), temerosos del neocentralismo, y no atrae a la gente más joven, por ahora más propensa a aceptar las propuestas de mayor tolerancia y e derechos civiles que los diferentes grupos progresistas defienden.

¿Cambios en España?

En el PSOE se es consciente que, en la actualidad, los límites del PP pueden ser sobrepasados por la inhibición de algunos sectores del electorado progresista. Esos sectores que, tentados a abstenerse o a votar a otros grupos de izquierda, prefirieron apoyar en 2004 al PSOE para evitar el triunfo del PP e incluso aceptan  apoyar fórmulas de gobierno compartidas o apoyos parlamentarios de diferente amplitud. Es un juego arriesgado, de complejos equilibrios, que por ahora está dando satisfacciones a cuentagotas en cuestiones como la retirada de las tropas de Iraq, los derechos de homosexuales, la regularización de inmigrantes, el proceso de paz en el País Vasco, etc. Pero también insatisfacciones: la participación de las tropas en Afganistán, los problemas de la vivienda, la especulación urbanística, etc. En la política autonómica las relaciones con los grupos nacionalistas no acaban de consolidarse, en parte por la presión de los sectores más centralistas del PSOE (los Guerra, Bono, Rodríguez Ibarra, Vázquez...), pero también por el miedo a perder votos, teniendo en cuenta que este asunto está siendo el principal frente de confrontación del PP. En el proceso de paz abierto en el País Vasco se ha avanzado algo, pero la cautela del gobierno parece excesiva, lo que genera impaciencia  en el mundo de la izquierda abertzale y preocupación en otros sectores.

Actualmente el PSOE no dispone de recursos electorales suficientes para gobernar solo, excepto en Andalucía. Por eso ha necesitado o necesita de los pactos de gobierno en Cataluña, Galicia, Asturias y Cantabria, de acuerdos parlamentarios en el Congreso o de acuerdos con IU para sacar adelante el nuevo estatuto andaluz. Unos acuerdos hechos casi siempre con grupos de izquierda (ERC, IU, IC-LV-EUiA, BNG, etc.), pero también de derecha (CC, CiU o PRC) cuando le ha interesado. El acuerdo con CiU, por ejemplo, sacó a Zapatero del miedo que le entró por del “callejón del Estatut”, pero condenó al tripartito, a Maragall y quién sabe si lo hará al PSC y a Montilla.

Todas las fuerzas políticas están haciendo sus preparativos. Cataluña será la batalla más próxima. Las municipales, en nueve meses. ¿Habrá también un adelanto de las generales? Se puede decir que cada grupo ha apostado fuerte hasta ahora y ha jugado con ímpetu sus bazas. En estos momentos cada partido se siente fuerte en sus propios medios sociales y ámbitos territoriales, a la vez que intenta reparar sus puntos débiles o, si no lo consigue, aminorarlos o compensarlos con otros. Por ejemplo, el PP tiene grandes problemas en Cataluña, mientras el   PSOE no acierta con la cabeza a la alcaldía de  Madrid. IU, por su parte, se siente más cómoda en las municipales, donde siempre ha obtenido mejores resultados.  Así se entiende cierto distanciamiento de IU con respecto del PSOE en el ámbito del estado (no apoyará los presupuestos de 2007) o una apuesta mayor por aspectos como la república, el ecologismo, los derechos civiles, etc.     

Aun con todo, no debe descartarse que el futuro pase por otras fórmulas intermedias. Me explicaré. Si en países como Alemania o Austria ha podido el acuerdo de los dos partidos principales del sistema (socialdemócrata y democristiano), en España puede que se busquen otras vías diferentes a las coaliciones progresistas. En Cataluña, al margen de la posible reedición del tripartito (al que ningún grupo que lo compuso quiere referirse en plena campaña electoral, ante el fracaso al que vio abocado tras la reorientación en Madrid del proyecto aprobado en Barcelona), no deben descartarse otras posibilidades, como por ejemplo un gobierno de  CiU con ERC o de CiU con PSC. Y en el estado, un gobierno del PSOE con un mayor apoyo de CiU y CC, con las consiguientes contrapartidas. ¿No lo hizo González en 1993, cuando “comprendió el mensaje”?