He visto los dos debates televisivos de las elecciones andaluzas. En general, han seguido el mismo guion, aunque en el segundo, el de ayer en Canal Sur, se ha podido ver una mayor vivacidad. Pero vayamos por partes.
José Manuel Moreno Bonilla, del PP, no se ha salido del papel (que le han) marcado, de apariencia moderada, queriendo presentarse como el candidato que está por encima de las críticas desde los flancos derecho (Vox) e izquierdo (PSOE, Por Andalucía y Adelante Andalucía), y olvidando a quien hasta ahora ha sido su socio en el gobierno (Ciudadanos). Al fin y al cabo, el PP está persiguiendo los mismos objetivos que Alfonso Fernández Mañueco buscó hace medio año en Castilla y León: aprovecharse de la debilidad de la izquierda y fagocitar el voto de Ciudadanos. Moreno Bonilla se siente seguro de la victoria que le dan todos los sondeos y aspira a obtener una mayoría absoluta que, no obstante, se antoja muy difícil.
Manuel Marín no ha parado de reivindicar la repetición de un gobierno de su partido, Ciudadanos, con el PP y hacer valer la gestión llevada a cabo, que valora, claro está, como muy positiva. Incluso no le ha faltado una reivindicación de lo andalucista, con tintes de ese victimismo frente a Cataluña, Navarra o el País Vasco, que es muy recurrente en esta tierra en medios conservadores. Acciones desesperadas de quien siente que las cosas no le van a ir bien.
Quien se ha mostrado en los dos debates más contundente, cuando no provocadora, ha sido la candidata de Vox, Macarena Olona. Ha insistido en dos cosas: su voluntad de entrar en el gobierno andaluz junto al PP; y el carácter ultraconservador de su programa. Y lo ha hecho a base de golpes de efecto: erigirse como vicepresidenta de la Junta y en ocasiones, como presidenta; reiterar su vocabulario "antiprogre", a base de términos como chiringuitos feministas, fanatismo climático, expulsión de inmigrantes musulmanes o corrupción de CCOO y UGT; sobredimensionar su paisanaje de andaluza... Y ayer añadió un elemento nuevo, en la línea de lo que hace Marine Le Pen en Francia, cuando insistió en su defensa de los trabajadores.
Juan Espadas, del PSOE, se ha esforzado en presentarse en la alternativa del PP, como el único que puede conseguir superarlo en votos. Es consciente de la dificultad de ese objetivo, pues debe recuperar parte de los votos que se están yendo por su derecha y buena parte de los que en 2018 se fueron a la abstención. Ha hablado de un voto oculto y dar la sorpresa, y confía en la colaboración, incluida la de formar gobierno, proveniente de los otros dos grupos de izquierda, especialmente de Por Andalucía. La dificultad deriva del enorme desprestigio que ha heredado de casi cuatro de gobiernos en Andalucía y, dentro de ello, el caso de los EREs y la experiencia negativa que ha supuesto la presencia de Susana Díaz tanto en el gobierno como en la oposición.
Teresa Rodríguez, de Adelante Andalucía, se ha sentido cómoda en los dos debates, haciendo valer cosas como ser la única fuerza sin anclaje fuera de Andalucía, criticar con dureza al gobierno PP-Cs y no olvidarse de hacer lo propio al gobierno central. Ha defendido un programa claramente progresista, aunando el andalucismo, el feminismo, el ecologismo o la defensa de lo público. Y ha sido la única que, puntualmente, le ha recordado con contundencia a Macarena Olona lo reaccionario de su programa. La otra semana lo hizo con la acusación a Vox de ser "el brazo armado del terrorismo machista". Y ayer, con lo de "Iberdrolona", por aquello de las acciones que tiene en esa empresa eléctrica y lo que gana en beneficios mientras sube el precio de la luz.
He dejado para el final a Inmaculada Nieto, candidata de Por Andalucía, por considerar que ha sido la que mejor ha estado en los debates y especialmente en el de ayer. Y digo esto porque, a la vez, se ha centrado en una crítica pormenorizada de las medidas tomadas por el gobierno PP-Cs (recortes en los servicios públicos, más privatizaciones, bajada de impuestos a las rentas altas...), ilustrándola con datos concretos (hospitales y centros de salud infrautilizados, colegios masificados, despedidos de personal, precarización salarial...), y en la exposición de las propuestas principales de su coalición electoral. Supo sacarle los colores a Moreno Morilla con su frase "usted es educado, como lo soy yo, pero no es moderado, [y es que] ha hecho polvo los servicios públicos". Ha sabido resaltar las contradicciones de PP y Vox cuando hablan de Andalucía y de su gente, pero han rechazado en el Congreso medidas como la subida de las pensiones, el aumento del salario mínimo interprofesional o la reforma laboral. Lo ha hecho también cuando ha denunciado que el gobierno andaluz haya tenido que devolver fondos provenientes de Europa por no haber sabido emplearlos a su debido tiempo.