jueves, 9 de junio de 2022

Una visita a la salina La Esperanza, en el corazón del Parque Natural de la Bahía de Cádiz


Ayer estuvimos visitando la salina La Esperanza, situada en el interior del Parque Natural de la Bahía de Cádiz y, más concretamente, en el término municipal de Puerto Real. Fue una actividad organizada por la asociación AGAJUDO, una más entre las tantas que cada año ponen a la disposición de las personas que la conformamos.  A lo largo del recorrido, y gracias a la información que con tanto entusiasmo nos fueron transmitiendo Nuria, Alejandro, Andrea y Patricia, fuimos descubriendo algunos de los secretos de una actividad milenaria y del entorno natural en el que está circunscrita. 

Este espacio natural tiene una idiosincrasia que deriva de la coexistencia entre el ecosistema característico de las marismas en las zonas de clima mediterráneo y los municipios que lo rodean (Cádiz, El Puerto de Santa María, Puerto Real, San Fernando y Chiclana de la Frontera), en los que hay una elevada población y una densa actividad urbana (industrial, turística, vías de comunicación...). Pero esto último, que en un principio podría ser un condicionante que supusiera una mayor degradación del medio natural, en la actualidad se ve limitado como consecuencia de la figura de protección legal con que se le ha dotado, la de parque natural, lo que está reforzando dicha coexistencia 

En el caso de la salina que nos ocupa, desde hace unos años se ha ido recuperando su actividad económica perdida décadas atrás. Y se ha hecho desde una vertiente artesanal, lo que está permitiendo que su impacto sea el menor posible. Junto a la obtención y comercialización del producto en sus distintas variantes (flor de sal, sal virgen, sal en escamas...), se está desarrollando también un programa de formación para que el oficio pueda conservarse y prolongarse en el tiempo y donde la labor de Demetrio, maestro salinero, está resultando imprescindible. Esta actividad, a su vez, está insertada en otras complementarias, como son la de investigación científica, la explotación de los esteros y hasta una forma de turismo adaptado al medio. 

La perfecta simbiosis que se ha dado desde milenios atrás en este tipo de espacios, se ve resaltada por el papel que han jugado en la existencia de una rica avifauna, tanto de las especies que residen permanentemente como de las aves que los utilizan como lugares de descanso en sus migraciones estacionales. Ayer pudimos ver y oír los cantos de flamencos, chorlitejos patinegros, avocetas, charranes, cigüeñelas... Volando, desde la distancia, a través del telescopio... Todo un espectáculo.