Los resultados de ayer, no porque pudiera haberse vislumbrado una victoria rotunda del bloque de la derecha, han sido en gran medida sorprendentes. Y es que la mayoría absoluta tan rotunda obtenida por el PP, que no era previsible, ha conllevado que haya frenado a Vox, vaciado aún más a Ciudadanos y arrancado votantes al PSOE. Una especie de voto útil entre esos sectores del electorado que han preferido dar al PP su confianza, pero por razones distintas. Desde el flanco más extremo de la derecha, para garantizar estabilidad. Desde Ciudadanos, para dar utilidad a unos votos que se percibían como perdidos. Y desde el PSOE, para evitar que Vox entrara en el gobierno andaluz o que lo condicionara en demasía.
Pero para mí lo más llamativo son dos cosas: una, la dimensión del apoyo electoral del bloque conservador, que ha sumado el 70'5% de los votos; y la otra, ver cómo el vuelco electoral, iniciado en diciembre de 2018 y continuado en las siguientes elecciones (generales y municipales), ha puesto de manifiesto un cambio radical en los rasgos que hasta ahora había tenido la sociedad andaluza. Autodefinida como de izquierdas desde 1977, ahora lo hace claramente como de derechas. El progresismo ha dado paso a lo conservador. Y ante todo, ha dado paso para que desde el gobierno andaluz se apliquen sin rubor medidas propias de la derecha. Algunas ya fueron aplicadas durante los gobiernos del PSOE, como el caso de los recortes en los servicios públicos o las privatizaciones de los mismos, pero que desde 2018, entre el PP y Ciudadanos, se han ido intensificando.
Con la mayoría absoluta, el PP tiene ahora manos libres para hacer y deshacer a su antojo. Recuerda lo ocurrido en 1996 y 2000, cuando en el gobierno central el PP pasó de un gobierno moderado, consecuencia de su dependencia parlamentaria con respecto a CiU y PNV, a otro en el que, con la mayoría absoluta, actuó sin tapujos. Queda por ver lo que va a hacer en relación al modelo productivo y con ello lo que tiene que ver con la gestión del agua, el campo, la construcción, etc. También, sobre la igualdad de género, los derechos LGTBI, la inmigración, etc., donde tiene un duro competidor por su derecha.
Lo triste es que con los resultados de ayer se ha puesto de manifiesto que en buena parte de la población se ha apostado por el modelo neoliberal, el mismo que generó la crisis de 2008, pero que desde décadas atrás intensificó la explotación de seres humanos, la depredación del planeta, el enriquecimiento de una minoría, la corrupción generalizada, el consumismo desmesurado o la pérdida de derechos sociales. Ahora quedarán aparcados aspectos cruciales del mundo en el que vivimos, como la solidaridad, ecología, el feminismo, la diversidad, la tolerancia...
Algunos de esos aspectos están siendo tratados y aplicados por el gobierno de coalición en el ámbito central a instancias fundamentalmente de Unidas Podemos: ayudas durante la pandemia, subida del salario mínimo, ampliación de derechos laborales, nueva ley de aborto, medidas de carácter feminista, fomento del consumo responsable, etc. No parece que desde los sectores de población que han apostado por los grupos de la derecha les haya importado esa legislación. Es el signo del momento.