Ganó Emmanuel Macron, pero entusiasmó poco (el 43% lo ha hecho a su pesar). Marine Le Pen perdió, pero se ha sentido ganadora. Podría ser una síntesis de los resultados electorales habidos el domingo pasado en Francia, donde el primero ha revalidado su mandato presidencial y de nuevo contra la candidata de extrema derecha.
Algunos datos nos dan una idea de lo ocurrido: 20'7 millones de votos (58'5%) para Macron frente a 18 millones (41,5%) de Le Pen; 2'7 millones de votos menos del primero en relación a 2017 frente a 3 millones más de la segunda; 28% de abstención en 2022 frente a 25'5% en 2017.
Ateniéndonos a la encuesta realizada por la la empresa Ipsos-Steria para la televisión pública francesa, y que elDiario.es nos ofrece en su edición de hoy, se saben más cosas. Por ejemplo, que Macron ha ganado con claridad entre el electorado más joven (menores de 24 años) y de mayor edad (a partir de 60 años), y que Le Pen lo ha hecho en el grupo de edad entre 50 y 59 años (51%). Que Macron ha ganado claramente entre el personal ejecutivo de las empresas y la administración (77%) y las personas jubiladas (68%), mientras que Le Pen lo ha hecho entre las personas asalariadas, bien de la clase obrera (67%) o bien de los servicios (57%), o las que se encuentran en paro (64%). También, que en el nivel de renta hay una relación inversamente proporcional en cada caso, de manera que los apoyos a Macron suben de menos a más renta y los Le Pen lo hacen de más a menos (56% en las rentas más bajas). Es algo que tiene también una gran correlación en cuanto al nivel de estudios, de manera que a medida que son más elevados se ha tendido a votar más a Macron y menos a Le Pen, y viceversa.
En cuanto al perfil ideológico, la encuesta ofrece datos reveladores. Así, Macron ha recibido los apoyos en mayor medida desde el flanco izquierdo: muy de izquierda (57%) y de izquierda (82%); y desde la moderación: más bien de izquierda (85%), de centro (87%) y más bien de derecha (67%). Lo contrario que Le Pen, cuyos votantes se autodefinen ante todo como muy de derechas (98%), de derecha (71%) o ni de izquierda ni de derecha (53%); bajando los apoyos entre quienes se sienten más bien de derecha (33%) o de centro (13%); y sin menospreciar quienes se sienten muy de izquierda (43%).
La proveniencia del voto desde los candidatos de la primera vuelta también resulta reveladora. La mayor parte de quienes apoyaron a Jean-Luc Mélenchon siguió su llamamiento de no votar a Le Pen: el 42% lo hizo a Macron, el 24% se abstuvo y el 17% votó nulo o en blanco; sólo el 17% optó por la candidata de extrema derecha. Entre el electorado del candidato verde, Tannick Jadot, no hubo duda en votar a Macron frente a Le Pen (65%/6%), superando al de la gaullista Valerie Pécresse (53%/18%).
¿Cómo se pueden explicar estas "estridencias"? Acudir al estado anímico de la gente, lo que tiene mucho que ver con la gestión de carácter neoliberal en lo económico que ha llevado a cabo el gobierno de Macron, nos ayuda a comprenderlo. Y es que entre la gente que ha votado a Le Pen el 80% se siente bastante insatisfecha con la vida y el 76%, muy insatisfecha. Ya sabe, buena parte de quienes sufren más el paro, los ajustes en los salarios, el deterioro de los servicios públicos... Sin olvidarnos de esa parte de la población, sobre todo de sectores sociales intermedios, que viven en el medio rural, un medio propicio para asumir mensajes conservadores, xenófobos, de nacionalismo extremo...
Todo eso lleva a que mucha gente desesperada se crea que una candidata de extrema derecha vaya a resolver sus problemas. No es nuevo que desde la extrema derecha se basen las estrategias electorales dirigiéndose a los sectores populares. Ya lo hicieron en los años 20 y 30 del siglo pasado los fascismos italiano y alemán, e incluso el español. Y lo están haciendo en la actualidad los Trump, Bolsonaro, Orban y demás.
Francia sigue virando hacia la derecha, como se ha demostrado en las dos vueltas de las elecciones presidenciales. En la primera, como ya expuse el pasado 11 de abril, el candidato de la Francia Insumisa estuvo a punto de pasar a la segunda vuelta, a lo que no fue ajeno tanto los votos perdidos en otras tres candidaturas de izquierda (casi 1'3 millones y el 3'7%) como la campaña sucia que desde buena parte de los medios de comunicación y la candidata socialista desplegaron contra Mélenchon, a quien Anne Hidalgo llegó a calificar como "el candidato de Putin".
El peligro ahora es doble: quien ha ganado representa, por lo hecho y lo defendido en su programa, el neoliberalismo en estado puro; y quien ha perdido, representa en parte eso mismo, pese a los mensajes populistas, con el añadido de su paquete de propuestas retrógradas en derechos y libertades. Las elecciones legislativas, previstas en un plazo corto, podrían reequilibrar el panorama, dotando a la izquierda de la capacidad suficiente que le permita incidir en la toma de medidas desde el ejecutivo. Aunar votos en ese sentido resulta imprescindible, incluyendo a quienes, desde la desesperación, se creen que protofascismo lepeniano les ayudaría a salir de su mala situación.
(Imagen: elDiario.es).