Acabo de leer el libro ¡No Pasarán! Biografía de Dolores Ibárruri, Pasionaria (Madrid, Akal, 2021), después que hace unos días me lo regalaran generosamente José Manuel y Tere. Escrito por Mario Amorós, su publicación ha coincidido con el año del centenario de la fundación del Partido Comunista de España. A este partido precisamente, y por ese motivo, le de dediqué a finales del año pasado varias entradas (8 de noviembre, 11 de noviembre, 17 de noviembre, 14 de diciembre, 18 de diciembre y 29 de diciembre) y hasta publiqué en febrero del actual un comentario crítico sobre el libro Un siglo de comunismo en España I. Historia de una lucha (Madrid, Akal, 2021).
Pero siguiendo con Dolores Ibárruri, sobre ella leí años atrás dos libros: de Andrés Sorel, Dolores Ibarruri Pasionaria. Memoria humana (Madrid, Exadra, 1989); y de Manuel Vázquez Montalbán, Pasionaria y los siete enanitos (Barcelona, Debolsillo, 2005). Y ahora le ha tocado el turno al de Mario Amorós. El autor no disimula sus simpatías, pero tampoco esconde aspectos difíciles, cuando no descarnados, de la vida de Dolores Ibárruri, una mujer que militó en ese partido durante 68 años, entre 1921 y 1989. Y a ellos habría que unir uno más, pues estuvo entre quienes un año antes, en abril de 1920, formaron parte del Partido Comunista Español, conocido como el "partido de los cien niños", que fue el primero fundado en España tras las Revolución de Octubre. Incluso con anterioridad, en 1917, se había afiliado al PSOE, donde llevaba años militando el que por entonces era su marido, Julián Ruiz. Desde ese año fue siguiendo lo que acontecía en el otro extremo de Europa, una especie de faro que nunca perdió como referente de su vida.
Estamos, pues, ante una biografía en la que lo hagiográfico juega un papel bastante menor que lo histórico en sí, entendido esto último como una obra planteada con el rigor que requiere la objetividad. Para ello se sustenta en un amplio abanico documental, que ha partido de una información procedente de la indagación en numerosos archivos (entre los que destacan el del PCE y el personal de Dolores Ruiz-Ibárruri Sergueyeva, nieta de Pasionaria), del estudio de las obras escritas por la propia Dolores Ibárruri (memorias, folletos, recopilatorios de sus discursos...) y de empleo de una amplia bibliografía, que va desde publicaciones escritas sobre ella o que reproducen conversaciones con ella hasta obras propiamente históricas.
Mario Amorós no deja de ser un historiador, a quien debemos bastantes trabajos sobre la historia chilena de la segunda mitad del siglo pasado, referidas a la represión pinochetista y a personajes como Salvador Allende, Pablo Neruda o Miguel Enríquez. Asiduo de varios medios de comunicación alternativos, he podido leer artículos suyos sobre esos temas. Como también he leído el libro 75 años después. Las claves de la Guerra Civil Española. Conversación con Ángel Viñas (Barcelona, ediciones B, 2014), en el que actúa con habilidad y conocimiento de causa en el papel de entrevistador para que Viñas dé rienda suelta a su maestría como un historiador de relieve en ese periodo de nuestra historia.
Según se va leyendo el libro de Amorós podemos apreciar dos historias paralelas que interactúan entre sí: de un lado, la biográfica del personaje central y, de otro, la que corresponde al PCE. En la primera se van sucediendo aspectos íntimos de la vida de Dolores Ibárruri, que apunta, pero con los que no se recrea, y los que se corresponden con el papel político que fue adquiriendo con el paso de los años dentro de su partido y como un personaje que lo trascendió, llegando en un determinado momento a ser un importante referente internacional. Esto último sucedió en mayor medida durante los años de la Guerra Española, cuyo renombre se alzó, desde la figura humilde de hija, esposa y madre nacida en el entorno minero de Vizcaya, como uno de los símbolos de la resistencia antifascista.
Ya como secretaria general del PCE, después del fallecimiento en 1942 de José Díaz, le tocó lidiar con las dificultades derivadas del exilio, a la vez que se iban sucediendo situaciones históricas diferentes: la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, la consolidación del régimen franquista, los últimos años de la dictadura, el regreso a España en 1977... Y dentro de ellas, participando en la permanente adaptación de la estrategia y práctica políticas del partido, como el abandono de la lucha guerrillera, el trabajo dentro de las organizaciones franquistas (sobre todo, en los sindicatos), la apuesta por la reconciliación nacional, el acercamiento al mundo católico, la priorización de las movilizaciones obreras...
Participando también en la toma de decisiones difíciles y controvertidas, como la actitud mostrada a principios de los años 40 hacia Heriberto Quiñones; las expulsiones entre los años 40 y 50 de dirigentes relevantes como Jesús Hernández, Jesús Monzón, Joan Comorera, Francisco Antón...; el acercamiento a finales de los 50 al grupo que lideraba desde París Santiago Carrillo, que supuso su alejamiento de Vicente Uribe, a la vez que su relevo al frente de la secretaría general; el choque en 1964 con Fernando Claudín y Jorge Semprún, y su posterior expulsión; la oposición en 1968 a la invasión de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia...
Se nos muestra la faceta de la Dolores Ibárruri familiar, como hija, esposa, madre, abuela... Su infancia dura en la comarca minera de Vizcaya, propia de las estrecheces de una familia de mineros, y la frustración por no haber podido ser maestra, pese a sus méritos como estudiante. El matrimonio y la muerte sucesiva en los primeros años de vida de varios de sus vástagos. La inquietud por incorporarse a la lucha social y política, primero en el PSOE y luego en el PCE, donde desde pronto fue poniendo a su servicio sus escritos, firmados como Pasionaria, y con el paso de los años, sus formidables dotes para la oratoria. Las estancias en la cárcel de su marido durante los últimos años de la Restauración y la dictadura de Primo de Rivera, las privaciones subsiguientes y la necesidad de sobrevivir a base de su trabajo y la solidaridad. Su llegada a Madrid en 1931, ya como dirigente del PCE; su separación matrimonial y el paso por las cárceles en los primeros años de la República; las dificultades para mantener a su hijo Rubén y su hija Amaya, sobrevivientes de su prole y a quienes acabó enviando en 1935 a la URSS; la muerte de Rubén en 1942 durante la batalla de Stalingrado... Y así, hasta su regreso a España en 1977, tantas otras vicisitudes personales sufridas durante la guerra, el exilio por varios países y el asentamiento desde 1950 en la URSS.
Echo en falta del libro una mayor dedicación a los últimos años de la vida de Dolores Ibárruri. Esos 12 años que transcurrieron entre mayo de 1977 y noviembre de 1989, ya muy mayor, cada vez más impedida físicamente, y testigo, sobre todo a partir de 1981, de la decadencia de su partido. Ese periodo en el que los logros electorales, no muy boyantes en relación al sacrificio de décadas de lucha contra la dictadura, fueron mermándose a partir de 1982. En el que el liderazgo de Santiago Carrillo empezó a ser cuestionado, dando lugar a progresivas y lacerantes divisiones internas (renovadores, prosoviéticos...) y finalmente la marcha del partido del propio Carrillo y sus acólitos. En el que llegó un nuevo grupo dirigente en el partido, que participó activamente en la lucha contra la permanencia en la OTAN, que apostó en 1986 por el nacimiento de Izquierda Unida y que aupó en 1988 a Julio Anguita como nuevo secretario general. Y en el que, en fin, conoció los primeros momentos de la perestroika, con la que se identificó, pero cuyo resultado final supuso años después la desaparición de la URSS, algo que no conoció.
De los días en torno a su fallecimiento tengo dos recuerdos: uno, del 16 de noviembre, la retransmisión que Manolo Ferreras hizo a través de Radio 3, aprovechando que ese día entraba a clase más tarde; y el otro, el reportaje que El País le dedicó el domingo 19 y cuyos recortes todavía conservo encuadernados rústicamente por mí.
Al final del libro se reproduce una frase suya de 1976 acerca de si había merecido tanto sacrificio: "Sí, ha merecido la pena pasar todas las fatigas que he pasado y mantenerme con dignidad en la lucha contra la explotación". Pasionaria, a la que Pedro Almodóvar se refirió tras su muerte como "paradigma de esa cualidad tan femenina que es la lucha por sobrevivir con total naturalidad".