martes, 26 de abril de 2022

El bombardeo de Gernika y el “Guernica” de Picasso

Se cuenta que en el París ocupado durante la Segunda Guerra Mundial un oficial nazi, mirando una fotografía del cuadro “degenerado”, le preguntó a Picasso: “¿Usted hizo esto?”. A lo que el artista respondió: “No, lo han hecho ustedes”. 

Pero retrocedamos en el tiempo: al 26 de abril de 1937, cuando la aviación alemana destruyó la villa vasca de Gernika. Picasso no tardó mucho en hacer de ese suceso el tema del encargo que meses antes le había realizado el gobierno de la Segunda República. En julio, el mes de la Revolución Francesa, estaba prevista la apertura de la Exposición Internacional de París, en cuyo Pabellón Español debería exhibirse una obra del por entonces artista más afamado internacionalmente. Teniendo en cuenta el contexto que se estaba viviendo, su presencia debería ser un acicate para la defensa de la República Española.

Aunque habían pasado varios meses desde que se hiciera el encargo, en el mes de abril el artista malagueño, salvo algunos bocetos, apenas había avanzado en su tarea. En enero  había trabajado en el aguafuerte “Sueño y mentira de Franco”, donde hizo uso de personajes ya tratados con anterioridad y que reaparecerían en el “Guernica”: el caballo agonizante, el toro como reminiscencia del Minotauro o las víctimas indefensas de la guerra. Y a mediados de abril había pergeñado algunos bocetos en torno a la idea de un pintor y una modelo. Pero lo ocurrido en Gernika fue el aldabonazo para que la intensidad creativa de Picasso aflorara como un volcán.

El  título del cuadro alude al bombardeo de la mítica y simbólica villa destruida  por la aviación alemana el fatídico 26 de abril. No fue la única población vasca agredida por las patrullas de la Legión Cóndor durante esas semanas, que desde el verano de 1936 se habían ido cebando sobre ciudades como Madrid, Barcelona, Málaga… Pero Gernika pareció ser el motivo que llevó a Picasso a acelerar la forma de cumplir con el compromiso adquirido. Entre principios de mayo y principios de junio se entregó a su causa. Y gracias a las fotografías de Dora Maar, testigo de esa actividad frenética, es como hemos ido sabiendo del proceso creativo, cambiante, pero decidido, hasta su culminación.

El cuadro fue expuesto en el día previsto dentro del Pabellón Español de la citada Exposición parisina. Y en su resultado final acabó aunando muchas cosas: elementos propios del bombardeo, como las llamas, la muerte, el dolor…; figuras que el artista ya había utilizado con anterioridad, como el toro o la yegua; obras de artistas como Rubens o Goya; y una visión muy explícita de un momento histórico que acabaría prologándose hasta 1945.

Formalmente el cuadro se inscribe dentro del cubismo sintético. Hay quienes dicen que contiene elementos del surrealismo, algo que, por otra parte, el propio artista negó: “Nunca he estado fuera de la realidad”, le dijo en 1945 a Jerome Seckler.

Se trata de un lienzo de grandes dimensiones, pintado en pintura acrílica de blancos, negros, tonos grises e incluso azulados. Una elección de los colores que contenía una intencionalidad clara: aumentar el dramatismo.

Pero vayamos a su descripción sucinta. En el centro se muestra una yegua que tiene la boca abierta y que expresa un dolor extremo; por encima una bombilla que emite destellos; a su derecha está la cabeza de una mujer que sostiene una lámpara, de cuya luz, así como de la bombilla, surge un triángulo que ilumina la parte central del cuadro; a los pies del caballo hay un guerrero muerto con una espada; y a su derecha, una mujer semidesnuda a la vez agachada y en movimiento.

En la parte derecha aparece otra mujer, en esta ocasión envuelta en llamas, por lo que lleva los brazos levantados y es mostrada emitiendo un grito de angustia.

En la parte izquierda se encuentra una madre que lleva en sus brazos a su hijo muerto, lo que hace que emita un grito desgarrador; por encima se sitúa la cabeza de un toro que mira, sorprendido, hacia la izquierda; y entre la yegua y el toro se ve, apenas reconocible, un pájaro herido.

En total son nueve los personajes: seis, humanos, cuatro de los cuales son mujeres, más un niño y un soldado; y tres, animales, esto es, una yegua, un toro y un pájaro.

Se han hecho diversas interpretaciones iconográficas de la obra en su conjunto y de cada uno de los personajes. No voy a referirme ahora a ello, que dejaré para otra ocasión. De lo que no cabe duda es que estamos ante una denuncia política. Rotunda. Sin rodeos. Una denuncia del bombardeo del 26 de abril de 1937 y por extensión, de los habidos durante la Guerra Española. Una denuncia del fascismo -alemán, español-, ejecutor de esa destrucción.