miércoles, 26 de enero de 2022

Una visita a la Casa de la Memoria La Sauceda, en Jimena de la Frontera, y el recuerdo de varias víctimas de la represión


Ayer, martes, visité la Casa de la Memoria La Sauceda, ubicada en Jimena de la Frontera. Una valiosa institución, que está impulsada por el Foro de la Memoria del Campo de Gibraltar y la Asociación de Familiares de Represaliados por el Franquismo en La Sauceda y El Marrufo, y que lleva muchos años desarrollando una labor en pro de la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas del fascismo. Allí se encontraban Andrés Rebolledo y Juanma Pizarro, con quienes entablé durante un rato una conversación muy entrañable. 

El motivo que me llevó a acercarme al municipio campogibraltareño fue el de hacer la entrega de un ejemplar de mi libro Fascismo y represión en Barbate durante la guerra y la postguerra (Cádiz, Mancomunidad de Municipios La Janda/Diputación de Cádiz), teniendo en cuenta que la Casa de la Memoria dispone de una amplia y excelente biblioteca. Siendo ésta una de las actividades más reseñables, están desarrollando labores, entre otras, como el asesoramiento a familiares de víctimas del fascismo, la orientación a personas dedicadas a la investigación histórica, el impulso de exhumaciones de fosas comunes, la divulgación de información, la publicación de investigaciones o la organización de exposiciones. 

Aunque puede pensarse que todas esas actividades se reducen al marco del Campo de Gibraltar o el área próxima de la Sierra de los Alcornocales, lindante entre las provincias de Cádiz y Málaga, lo cierto es que lo trasciende. De un lado, por el interés que tienen en recopilar cuanta información y documentación se pueda. Y de otro, por el trasiego de numerosas personas procedentes de diversas localidades que, de una forma u otra, han estado relacionadas con dicho marco geográfico. Y en este sentido me voy a referir a varios casos concretos de vecinos de Barbate, pero que, en algún momento de su vida y como consecuencia de la guerra y la represión consiguiente, tuvieron algún tipo de vinculación con los municipios de la comarca.

Uno es el del jimenato José Ferrer Rodríguez, nacido en 1899, perteneciente a una familia de comerciantes de la localidad y que durante un tiempo estuvo residiendo en Barbate. Llegó a ser concejal en el Ayuntamiento de Vejer de la Frontera, representando al PSOE, durante el periodo del gobierno del Frente Popular, logrando huir tras el golpe de julio de 1936 hacia el territorio republicano. Se instaló primero en Daimiel (Ciudad Real) y finalmente en Villajoyosa (Alicante), donde conoció el fin de la guerra. De regreso a su Jimena natal, al poco fue detenido y enviado a Barbate, donde le abrieron diligencias judiciales. Logró que se le sobreseyera provisionalmente la causa y fue puesto en libertad provisional en septiembre de  1939. A ello no fueron ajenos los testimonios favorables de dos vecinos relevantes de Barbate: el empresario Ramón Corrales Sánchez, con quien coincidió en Daimiel, y el sacerdote Francisco Gallardo Galindo. Luego fijó su residencia en Algeciras y hay constancia de que en varias ocasiones fue requerido por el Juzgado Provincial de Responsabilidades Políticas, pero nada más sabemos de él.

El segundo de los casos es el de Cristóbal López Domenech, originario de La Línea de la Concepción, pero residente en Barbate, donde trabaja como carpintero de Ribera y actuaba como representante sindical de la CNT. Pese a sus 61 años de edad, fue detenido en dos ocasiones: una, tras el golpe militar y la otra, en noviembre de 1937. Fue juzgado por un Consejo de Guerra, pero fue absuelto en febrero del año siguiente.  

Miguel Almansa Campaña llegó a Barbate procedente de Villanueva de las Cruces (Huelva), donde trabajaba como hojalatero y estaba afiliado a la CNT, si bien en el momento del golpe se encontraba haciendo el servicio militar. Precisamente por encontrarse de permiso en Barbate, fue detenido. Puesto al poco en libertad, decidió esconderse y durante su huida, a principios de agosto, fue reconocido y nuevamente detenido en la Casa de Postas de Conil de la Frontera. En julio de 1937 fue condenado a 20 años de cárcel, pasando por las prisiones de El Puerto (Cádiz), Santoña y Santander (Cantabria), y finalmente Astorga (León), de donde salió en libertad condicional en el verano de 1941. De vuelta a Barbate, donde no consiguió que le dieran trabajo, a principios de 1942 fue desterrado a Algeciras, como consecuencia de la petición hecha al gobernador civil de Cádiz por parte del alcalde Agustín Varo Varo.    

José Robles Ruz nació en 1901 en Conil de la Frontera, pero trabajaba como marinero en Barbate. Estaba afiliado a la CNT y actuaba como delegado de barco. Tras el golpe militar logró esconderse en el campo, concretamente en el pago de San Ambrosio. Muy enfermo, regresó en junio de 1937 a su domicilio de Barbate, donde fue detenido y se le diagnosticó una peritonitis. Llevado al Hospital Mora de la capital, se le detectó también tuberculosis y un  proceso purulento. Fue condenado a 12 años de cárcel, conociendo una estancia carcelaria en Cádiz y El Puerto. En julio de 1941, pese a ser puesto en libertad condicional, fue desterrado a Las Palmas de Gran Canaria, algo que tenía sentido por la potestad de la que disponían las autoridades municipales. Aunque ignoramos desde cuándo, sabemos que en abril 1944 tenía su residencia en Algeciras y que desde mayo ya pudo regresar a Barbate, con la obligación de presentarse mensualmente en el Puesto de la Guardia Civil. Dos años después, en septiembre, logró su puesta en libertad definitiva.  

Tampoco podemos olvidar otros dos casos, en los que la crueldad llegó a su culmen: los de José Melero Ladrón de Guevara y José Utrera Rivera, protagonistas de unas vicisitudes vitales similares que acabaron en sus respectivas muertes. Marineros y afiliados a la CNT, de la que eran delegados sindicales, los dos huyeron hacia Málaga al comienzo de la guerra. El primero de ellos lo hizo desde Jimena de la Frontera y el segundo, desde las aguas de la Bahía de Algeciras, donde su barco estaba faenando. Estuvieron enrolados en las milicias del Batallón Vicente Ballester, posicionado en el entorno de la Sierra de las Nieves, en el oeste de la provincia malagueña. Cuando las tropas sublevadas tomaron Málaga en febrero de 1937, fueron hechos prisioneros y conducidos de inmediato a Barbate. Tras las primeras diligencias, a principios de marzo  fueron trasladados a Algeciras, donde estuvieron encausados por un Consejo de Guerra. Condenados a muerte el 19 de marzo, fueron ejecutados cinco días después, al parecer en una de las tapias del cementerio de Algeciras. Tenían, respectivamente, 29 y 20 años de edad. José Utrera Rivera, además, era hermano de Francisco, otra de las víctimas mortales de Barbate, quien había sido asesinado un mes antes, el 17 de febrero, después que fuera trasladado de la prisión de Cádiz a la de El Puerto, a donde nunca llegó. Los tres siguen desaparecidos. 


(Imágenes: Felisa Rico Amores, la primera; y el autor, la segunda).